Lorenzo había hecho un pozo en la arena y quiso llenarlo con agua del mar. Entonces, tomó un cubo y corrió hasta la orilla, pero no pudo llenarlo. Así que se fue un poco más adentro. De pronto, una ola lo tumbó y, antes de que pudiera levantarse, otra ola lo volvió a revolcar. El niño no lograba levantarse ni podía respirar. «¡Socorro!», alcanzó a gritar.
Finalmente, sintió que una fuerte mano lo levantaba.
—Muchas gracias —dijo a quien lo había ayudado. Después corrió al lado de sus padres.
¿Y yo?
Con toda seguridad fue Dios quien proveyó aquella mano firme, ¿no te parece?
Mi oración para hoy
Muchas gracias, Señor, porque nos ayudas cuando lo necesitamos.
En la Biblia leemos:
«Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra» (Salmo 121: 2).