Haced cuanto podáis para alcanzar la perfección, pero no penséis que porque cometéis errores estáis excluidos del servicio de Dios. El Señor conoce nuestra hechura; recuerda que somos polvo. Mientras uséis fielmente los talentos que Dios os ha dado, obtendréis conocimientos que no os dejarán sentir satisfechos con vosotros mismos. Veréis la necesidad de abandonar hábitos dañinos, no sea que por un mal ejemplo ofendáis a otros.
Trabajad diligentemente, dando a otros la verdad tan preciosa para vosotros. Luego, cuando haya vacantes que llenar, oiréis las palabras: “Subid más arriba”. Quizá no respondáis de buena gana, pero avanzad por fe, aportando a la obra de Dios un celo renovado, sincero.
Únicamente del gran Maestro puede aprenderse el secreto de ganar almas. Así como el rocío y las lluvias mansas caen suavemente sobre la planta marchita nuestras palabras han de caer suave y amorosamente sobre las almas que tratamos de ganar. No hemos de esperar hasta que se presenten las oportunidades; hemos de buscarlas manteniendo el corazón elevado en oración para que Dios nos ayude a hablar las palabras debidas en el debido momento. Cuando se presenta una oportunidad, ninguna excusa debe induciros a descuidarla, pues su aprovechamiento puede significar la salvación de un alma de la muerte (Youth’s Instructor, febrero 6, 1902).