«NO PUEDES CAMBIAR TU CORAZÓN, NO PUEDES POR Tl MISMO DAR TUS AFECTOS A DIOS; PERO PUEDES ELEGIR SERVIRLO. PUEDES DARLE TU VOLUNTAD; ENTONCES ÉL OBRARA EN Tl TANTO EL QUERER COMO EL HACER DE ACUERDO CON SU VOLUNTAD». ELENA G. DE WHITE
«Les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos»(Eze. 36:26, 27).
Vengo de una familia de narices grandes. Después del Taj Mahal, en la India, nuestras narices son la octava maravilla del mundo. No me sentía muy mal por mi tremendo naso, salvo cuando jugaba a las escondidas. Tenía que ser cuidadoso de que no sobresaliera de detrás de un árbol o del lugar donde me trataba de esconder.
La gente quizá se asombraba al ver mi nariz, pero la de Mungo Park generaba aún más asombro. Mungo era un explorador escocés extremadamente decidido que se adentró cada vez más en el corazón de África a comienzos del siglo XIX. No se detuvo ni siquiera cuando los demás europeos de su grupo murieron de fiebre.
Cuando llegó remando por el río Níger, sorprendió a los africanos, que nunca habían visto a un hombre blanco. Y cuando notaron la longitud y la agudeza de su nariz europea, quedaron atónitos. No podían creer que fuera natural. Mongo escribió: «Insistían en que me habían pellizcado la nariz todos los días, hasta que había adquirido su conformación presente, antiestética y antinatural».
No sé si realmente se puede cambiar la forma de la nariz de esa manera: estirándola o pellizcándola. Quizá si yo durmiera boca abajo en un piso de madera, mi nariz podría perder algo de su altura alpina; pero lo dudo. La única forma de cambiar tu nariz es nacer con otra, o hacerte una cirugía.
Lo mismo sucede con el corazón. A veces, parece que puedes ser una mejor persona si entierras tus tendencias pecaminosas, esperando que desaparezcan. Parece que podría funcionar si lo intentas lo suficiente; pero rara vez es así. Dios recomienda una cirugía radical. Él dice: «Te daré un nuevo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ti…» Algunas cosas no se pueden cambiar estirando ni pellizcando. Creo que eso es tan evidente como la nariz de mi cara. Kim