Adán y Eva sufrieron las terribles consecuencias resultantes de desobedecer la orden expresa de Dios. Podrían haber razonado: «Este es un pecado muy pequeño, y nunca será tenido en cuenta». Pero Dios trató el asunto como un mal temible, y la desgracia de su transgresión se sentirá a través de todos los tiempos. En la época en que vivimos los que profesan ser hijos de Dios cometen con frecuencia pecados aún mayores. En las transacciones comerciales, los que profesan ser hijos de Dios dicen y obran falsedades, y atraen sobre sí el desagrado de Dios y el oprobio sobre su causa. La menor desviación de la veracidad y la rectitud es una transgresión de la ley de Dios. Aunque participar continuamente del pecado acostumbra a la persona a hacer el mal no disminuye el carácter gravoso del pecado. Dios estableció principios inmutables que él no puede cambiar sin revisar toda su naturaleza. Si la Palabra de Dios fuese estudiada fielmente por todos los que profesan creer la verdad, estos no serían enanos en las cosas espirituales. Los que desprecian los requerimientos de Dios en esta vida no respetarían su autoridad si estuviesen en el cielo (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 306, 307).
El orgullo y la ambición indujeron a Lucifer a quejarse contra el gobierno de Dios, y a procurar derrocar el orden que había sido establecido en el cielo. Desde su caída se ha propuesto inculcar el mismo espíritu de envidia y descontento, la misma ambición de cargos y honores en las mentes humanas. Así obró en el ánimo de Coré, Datán y Abiram, para hacerles desear ser enaltecidos, y para incitar en ellos envidia, desconfianza y rebelión. Satanás les hizo rechazar a Dios como su jefe, al inducirlos a desechar a los hombres escogidos por el Señor. No obstante, mientras que, murmurando contra Moisés y Aarón, blasfemaban contra Dios, se hallaban tan seducidos que se creían justos, y consideraban a los que habían reprendido fielmente su pecado como inspirados por Satanás…
Al ceder al pecado, los hombres dan a Satanás acceso a sus mentes, y avanzan de una etapa de la maldad a otra. Al rechazar la luz, la mente se oscurece y el corazón se endurece de tal manera que les resulta más fácil dar el siguiente paso en el pecado y rechazar una luz aún más clara hasta que por fin sus hábitos de hacer el mal se hacen permanentes. El pecado pierde para ellos su carácter inicuo (Conflicto y valor, p. 108).
El amor, la base de la creación y la redención, es la base de la verdadera educación. Esto se ha hecho bien claro en la ley que Dios ha dado como guía de la vida. El primer y grande mandamiento… Amarle a él, el infinito, el omnisciente, con toda la fuerza y la mente y el corazón, significa el mayor desarrollo de cada poder. Significa que en el ser total ‑el cuerpo, la mente, así como el alma‑, la imagen de Dios ha de ser restaurada…
Lucifer deseó ser en el cielo el primero en poder y autoridad; deseó ser Dios, tener el gobierno del cielo; y apuntando a este fin ganó a muchos de los ángeles para su lado. Cuando fue echado de las cortes de Dios con su ejército rebelde, la obra de rebelión y egoísmo continuó en la tierra. Por medio de la tentación a la autoindulgencia y a la ambición, Satanás logró la caída de nuestros primeros padres; y desde ese entonces hasta el presente la gratificación de la ambición humana y la indulgencia en esperanzas y deseos egoístas ha demostrado ser la ruina de la humanidad (Reflejemos a Jesús, p. 43).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
4to. trimestre 2020 “LA EDUCACIÓN”
Lección 1: «LA EDUCACIÓN EN EL JARDÍN DEL EDÉN» Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez