Dichosos los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida. Apocalipsis 22:14
La cita de Elena G. de White sobre la que reflexionamos ayer, continúa diciendo lo siguiente: «Satanás Insiste delante de Dios en sus acusaciones contra ellos [es decir, contra los que se han dado cuenta de que su carácter no es aún semejante al de Cristo pero quieren acceder a la salvación], declara que por sus pecados han perdido el derecho a la protección divina y reclama el derecho de destruirlos como transgresores. Los declara tan merecedores como él mismo de ser excluidos del Favor de Dios. «Son estos –dice‑, los que han de tomar mi lugar en el cielo, y el lugar de los ángeles que se unieron conmigo? Mientras profesan obedecer la ley de Dios, ¿han guardado sus preceptos? ¿No han sido amadores de sí mismos más que de Dios? ¿No han puesto sus propios intereses antes que su servicio? ¿No han amado las cosas del mundo? Mira los pecados que han señalado su vida. Contempla su egoísmo, su malicia, su odio mutuo».
»Los hijos de Dios han sido muy deficientes en muchos respectos. Satanás un conocimiento exacto de los pecados que él los indujo a cometer, y los presenta de la manera más exagerada, declarando: «¿Me desterrará Dios a mí y a mis ángeles de su presencia y, sin embargo, recompensará a aquellos que han sido culpables de los mismos pecados? Tú no puedes hacer esto Señor. Tu trono no subsistirá en rectitud y juicio. La justicia exige que se pronuncie sentencia contra ellos».
»Pero aunque algunos seguidores de Cristo han pecado, no se han entregado al dominio del mal. Han puesto a un lado sus pecados, han buscado al Señor con humildad y contrición y el Abogado divino intercede en su favor. El que ha sido el más ultrajado por su ingratitud, el que conoce sus pecados y también su arrepentimiento, declara: «Jehová te reprenda, oh, Satán, yo di mi vida por estas almas»» (Consejos para la Iglesia, t. 2, p. 642-643).
Ahí está nuestra respuesta a la pregunta de ayer. ¿Qué significa exactamente «lavar mis ropas»? Significa buscar al Señor con humildad y contrición, reconociendo que hemos pecado pero no querernos entregarnos al dominio del mal.