Dichosos los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida. Apocalipsis 22:14
Leemos en Apocalipsis 22:14: «Dichosos los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida». Y yo me pregunto: ¿qué significa exactamente «lavar mis ropas»? Me lo pregunto porque, obviamente, quiero tener derecho al árbol de la vida o, lo que es lo mismo, quiero ser salva. Me gusta la respuesta de Elena G. de White: «La iglesia remanente, con corazón quebrantado y fe ferviente, suplicará perdón y liberación por medio de Jesús, su Abogado. Sus miembros serán completamente conscientes del carácter pecaminoso de sus vidas, verán su debilidad e indignidad, y mientras se miren a sí mismos, estarán por desesperar. El tentador estará listo para acusarlos. Señalará sus vestiduras sucias, su carácter deficiente. Presentará su debilidad e insensatez, su pecado de ingratitud, cuán poco semejantes a Cristo son, lo cual ha deshonrado a su Redentor. Se esforzará para espantar las almas con el pensamiento de que su caso es desesperado, de que nunca se podrá lavar la mancha de su contaminación. Esperará destruir de tal manera su fe que se entreguen a sus tentaciones, se desvíen de su fidelidad a Dios, y reciban la marca de la bestia» (Consejos para la iglesia, t. 2, p. 641).
Si me miro a mí misma, corro el riesgo de desanimarme en mi caminar cristiano. ¿Por qué? Porque el enemigo hará su parte para convencerme de que mis ropas están sucias, es decir, de que mi carácter todavía no se ha desarrollado como para parecerse al de Cristo. Mis deficiencias me harán percibirme como débil e insensata, como una mujer que ha deshonrado a su Redentor. Y sí, claro que soy una mujer pecaminosa; claro que mi caso es desesperado porque por mí misma no puedo hacer nada; claro que todo este esquema mental me desespera. Pero no quiero darle la victoria a Satanás; no quiero que sus acusaciones tengan la última palabra en este conflicto cósmico en el que me encuentro inmersa. No quiero recibir, en última instancia, la marca de la bestia.
Por eso este pasaje de Apocalipsis me despierta. Me despierta a la necesidad de entender que, en lo que concierne a mi carácter, ahora es el momento de lavarlo. Porque quiero ser parte de «esos» que han lavado sus ropas en la sangre del Cordero. Ahora es que quiero combinar el poder divino con mi esfuerzo humano para vida eterna.