«Te imploro de todo corazón, apiádate de mi según tu promesa. He reflexionado sobre mi conducta, me comporto según tus mandatos. Sin demorarme me he apresurado a respetar tus mandamientos. Las redes de los malvados me cercaban, pero yo no he olvidado tu ley». Salmo 119: 58-61, LPH
LA EDAD NO NOS EXCUSARÁ nunca de obedecer a Dios. Nuestra fe ha de ser prolífica en buenas obras, porque la fe «si no tiene obras, está muerta» (Sant. 2: 17, NVI). Cada deber cumplido, cada sacrificio hecho en el nombre de Jesús, produce una excelsa recompensa. En el mismo acto del deber, Dios habla y da su bendición; pero requiere de nosotros que le entreguemos completamente nuestras facultades. Hemos de entregarle nuestra mente y nuestro corazón, el ser entero, o no llegaremos a ser verdaderos cristianos.
Dios no ha privado a nadie de nada que pueda asegurarle las riquezas eternas. Ha revestido la tierra de belleza y la ha ordenado para nuestro uso y bienestar durante la vida. Dio a su Hijo para que muriera por la redención de un mundo que había caído por el pecado y la insensatez. […]
Dios requiere pronta e implícita obediencia a su ley; pero la gente está dormida o paralizada por los engaños de Satanás, que les sugiere excusas y subterfugios, y vence sus escrúpulos diciendo, como dijo a Eva en el huerto: «No moriréis» (Gén 3: 4). La desobediencia no solo endurece el corazón y la conciencia del culpable, sino que tiende a corromper la fe de los demás.— Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 146. ¿Pagaremos el precio de seguir nuestros propios designios y alejarnos de las manos de Dios porque ello resulta más agradable al corazón natural? Dios exige una completa sumisión y obediencia en todo.— Ibld. , p. 215.
Así como la flor se vuelve hacia el sol para que los brillantes rayos puedan contribuir a perfeccionar su belleza y simetría, el joven debería volverse hacia el Sol de Justicia para que la luz del cielo pueda brillar sobre él.— Ibid., p. 436.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «PARA FAMILIARIZARNOS CON LO QUE DIOS ESPERA DE NOSOTROS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez