Los hombres buenos heredarán la tierra y vivirán en ella para siempre. Sal. 37:29.
Todas las tardes, mis hijos y yo tenemos la misma rutina: primero, supervisor sus tareas escolares; luego, hacemos el culto a media tarde, jugamos un poco (porque no puede ser todo trabajo y reverencia), cenamos y, finalmente, ellos saben que deben darse un baño antes de irse a la cama. Me resulta interesante que todo lo que hacen antes de llegar hasta ese punto lo disfrutan muchísimo; incluso sus tareas de la escuela las hacen con buena disposición y sin que yo tenga que decírselo dos veces. Sin embargo, cuando llega la hora del baño, ninguno quiere ir a bañarse, y me toca insistir bastante. Cada vez que llega ese momento, uno de mis hijos dice que es el turno del otro y el otro le cede su turno al uno, hasta que, finalmente, alguien es el primero en ceder. Cuando salen de la bañera, los dos reconocen que el baño les alivia las tensiones del día, pero eso es después, nunca antes.
No solo los niños muestran reticencia a ciertos hábitos imprescindibles para la salud; también los adultos, muchas veces, nos resistimos a entender y a poner en práctica ciertos hábitos que son para nuestra salud, en este caso, religiosa. Por ejemplo:
Cultivar la pureza espiritual: esto se basa en evitar esas costumbres que nos envenenan, como la crítica, el chisme, la mentira (o los pequeños engaños), las malas compañías, la contemplación de programas televisivos que no solo no nos aportan nada sino que llevan nuestra mente a pensamientos que no aprovechan…
Potenciar los hábitos que nos permiten conocer más y mejor a nuestro Dios: leer la Biblia (ver 1 Ped. 1:23) así como otros libros cristianos y de crecimiento personal; reservar un espacio diario para la oración; relacionarnos con personas que le dan mucha importancia a Dios en su vida, porque hemos sido creadas para conectar y de esa conexión humana derivan grandes lecciones de fe.
Examinarnos a nosotras mismas y ver en qué necesitamos la ayuda de Dios para crecer. Examínense ustedes mismos, para ver si están firmes en la fe; pónganse aprueba. ¿No se dan cuenta de que Jesucristo está en ustedes? (2 Cor. 13: 5). Si nuestra relación con Dios no es todo lo sólida que podría ser, hagamos los ajustes necesarios en nuestra rutina diaria.