En algún momento de nuestro caminar cristiano necesitaremos evaluar nuestros conceptos respecto a la religión. Quizá sea alguna tragedia la que provoque una reevaluación de esos conceptos, a la luz de las preguntas que brotan a causa del dolor y del sufrimiento. En otros casos, sencillamente crecemos y por ello surgirán nuevas preguntas, o entramos en una nueva etapa de la vida en la que nuestras necesidades cambian. No tiene nada de malo reevaluar nuestras creencias religiosas; lo importante es cómo lo hacemos.
El principio adventista es evaluarlo todo de acuerdo con la Biblia. Por ejemplo, en esta serie de estudios estamos considerando el concepto de discipulado. Sin mayor preocupación, algunos podrían ir como llevados por la corriente a lo largo de su experiencia religiosa, asumiendo que ser miembro de la iglesia es lo mismo que ser un discípulo de Cristo. Esperamos que, a partir de ahora, esa suposición haya sido reevaluada.
Nuestro concepto de «iglesia» también debe ser evaluado. Dado que todos los que se convierten en discípulos también se abocan a convertirse en pescadores de almas (ver Mar. 1: 17), un discípulo ya no solo mirará o escuchará desde los bancos, sino que se convertirá en un apasionado obrero (ver Mat. 9: 37-38). Esta labor no solo implica repartir tarjetas de invitación y doblar boletines de programas en la iglesia, sino que implica invertir en la gente (ver Hech. 14: 21-23). Se espera que haya un poco de temor al principio; que se cometan errores; que se manifieste ignorancia, impaciencia, desánimo e incluso fracaso; pero todo esto resalta aún más la necesidad de un proceso de tutoría para que el principiante aprenda de los miembros más experimentados (ver 2 Tim. 2: 2).
Los discípulos ganan a otros discípulos, que a su vez ganarán más discípulos. Este es el proceso de ganar almas, el ciclo de crecimiento, el modelo «agrícola» del evangelismo. Si este ciclo se actualiza y se convierte en un proceso completo donde la suma se convierte en multiplicación, este motor convertirá a la iglesia en algo poderoso (ver Efe. 4: 11-12). En otras palabras, la iglesia es el pueblo de Dios que trabaja en amor, para hacer que su pueblo crezca: mente a mente, mano a mano y corazón a corazón.
Esta visión dinámica de la iglesia es muy diferente del modelo en el que únicamente se observan miembros sentados en los bancos. En ese modelo los creyentes acuden al templo, escuchan un sermón y se marchan para repetir el proceso la próxima semana, dejando todo el peso de la obra a los «profesionales asalariados».
La iglesia es la plataforma donde nos involucramos en un discipulado con Cristo. En esta época de nómadas digitales, nuestra generación debe reconocer que conectarse con Cristo implica vincularse a su cuerpo: la iglesia. Identificarse con la iglesia y su historia, disfrutar de la comunión con sus miembros y participar en su vida y ministerio son componentes vitales del discipulado orgánico, auténtico y centrado en Cristo.
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2020. 3er trimestre 2020 “Las Bases Del Discipulado” Lección 11: «PESCADORES DE HOMBRES« Colaboradores: Hidai Juarez S & Misael Morillo