Juan no poseía por naturaleza la belleza de carácter que reveló en su postrera experiencia. Tenía defectos graves. No solamente era orgulloso, pretencioso y ambicioso de honor, sino también impetuoso, resintiéndose por la injusticia. El y su hermano eran llamados «hijos del trueno». Mal genio, deseo de venganza, espíritu de crítica, todo eso se encontraba en el discípulo amado, Pero, debajo de ello el Maestro divino discernía un corazón ardiente, sincero y amante. Jesús reprendió su egoísmo, frustró sus ambiciones, probó su fe, y le reveló aquello por Io que su alma suspiraba: la hermosura de la santidad, el poder transformador del amor (Los hechos de los apóstoles, pp. 430, 431).
Debemos ser testigos de Cristo; y lo lograremos al crecer diariamente hasta la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo. Es nuestro privilegio crecer más y más cada día a su semejanza, Entonces adquiriremos la facultad de expresar nuestro amor por él en un lenguaje más elevado y puro, y nuestras ideas se ampliarán y profundizarán, y nuestro juicio llegará a ser más sano y digno de confianza, mientras nuestro testimonio tendrá más vida y seguridad. No debemos cultivar el lenguaje de los terrenos y llegar a familiarizarnos de tal manera con la conversación de los hombres, que el idioma de Canaán nos resulte nuevo y poco familiar. Debemos aprender en la escuela de Cristo; no obstante, es manifiesto que muchos se satisfacen con muy limitadas experiencias en su vida espiritual, porque revelan poco conocimiento de las cosas espirituales en sus oraciones y en sus testimonios. Hay menos buen juicio manifestado en asuntos relativos a nuestro interés eterno, que en asuntos concernientes a nuestros negocios terrenales ‘Y temporales (Hijos e hijas de Dios, p. 74).
Todos los que reciben el mensaje del evangelio en su corazón anhelarán proclamarlo. El amor de Cristo ha de expresarse. Aquellos que se han vestido de Cristo relatarán su experiencia, reproduciendo paso a paso la dirección del Espíritu Santo: su hambre y sed por el conocimiento de Dios y de Cristo Jesús, a quien él ha enviado; el resultado de escudriñar las Escrituras; sus oraciones, la agonía de su alma, y las palabras de Cristo a ellos dirigidas, «Tus pecados te son perdonados». No es natural que alguien mantenga secretas estas cosas, y aquellos que están llenos del amor de Cristo no lo harán. Su deseo de que otros reciban las mismas bendiciones estará en proporción con el grado en que el Señor los haya hecho depositarios de la verdad sagrada. Y a medida que hagan conocer los ricos tesoros de la gracia de Dios, les será impartida cada vez más la gracia de Cristo. Tendrán el corazón de un niño en lo que se refiere a su sencillez y obediencia sin reservas. Sus almas suspirarán por la santidad, y cada vez les serán revelados más tesoros de verdad y de gracia para ser transmitidos al mundo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 95, 96).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
3er. trimestre 2020 “HACER AMIGOS PARA DIOS”
Lección 11: «COMPARTIR LA HISTORIA DE JESÚS»
Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez