“Todo lo Bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba de Dios, que creó los astros del cielo. Dios es siempre el mismo: en el no hay vacaciones ni oscurecimientos” (Santiago 1:17).
¿Alguna vez has evitado a alguna persona porque no estabas seguro de cómo te recibiría? ¿O alguien te ha tratado alguna vez con generosidad que no esperabas? En el relato bíblico de esta semana alguien es muy generoso con una persona que no lo merecía. La generosidad es muy importante para tener buenas relaciones interpersonales.
Un día el rey David estaba pensando. Recordaba a su mejor amigo, Jonatán. Jonatán había muerto hacía ya bastante tiempo; probablemente veinte años más o menos. Pero David nunca había tenido otro amigo tan cercano a él como Jonatán. Repentinamente el rey David se preguntó: “Habrá alguien que haya quedado de la familia de Saúl? Si vive alguno, me gustaría mostrarle bondad por amor a Jonatán”.
¿Porque quería el rey David ser tan generoso? En los tiempos de David, cuando un rey llegaba al trono solía matar a los miembros de la familia del rey anterior, para asegurarse de que ninguno fuera a quitarle el trono.
Así que los sirvientes de David mandaron a buscar a un hombre llamado Siba, que había sido uno de los sirvientes del rey Saúl. Siba llegó al palacio y David le preguntó: ¿Queda alguien vivo de la casa de Saúl para que yo le muestre la bondad de Dios? Siba le dijo que había un hijo de Jonatán que todavía estaba vivo. Su nombre era Mefiboset, y estaba tullido de ambos pies. Era ahora un joven, y vivía escondido en la casa de un hombre rico que lo protegía. David lo mando a buscar. Imagínate cómo se sintió Mefiboset cuando escuchó que el rey David quería verlo. Seguramente había escuchado las historias acerca de lo buenos amigos que eran su padre Jonatán y el rey David. Él tenía solo cinco años cuando su padre murió. Desde entonces, todo lo que le habían contado sobre el rey David era mentira, pues lo había oído de boca de los enemigos del rey. Seguramente se presentó en el palacio con mucho miedo en su corazón. Cuando Mefiboset llegó a palacio, se inclinó ante el rey David rostro en tierra. Las palabras del rey le sorprendieron muchísimo: –No tengas miedo–le dijo David–, porque por amor a tu padre Jonatán voy a ser bueno contigo. Te devolveré las tierras que pertenecían a tu abuelo sal y comerás sentado en la mesa. Un minuto antes, Mefiboset no tenia nada. Un minuto después era rico. ¡El dueño de mucha tierra y invitado especial a la mesa del rey! Probablemente tenía que pellizcarse para asegurarse que no estaba soñando. David dio órdenes a Siba y sus hijos y sus sirvientes que cultivarán la tierra y la cuidaran para el sustento de Mefiboset y su familia. ¡Y Siba tenía quince hijos y veinte sirvientes! El regalo de David a Mefiboset fue completamente inesperado. Mefiboset no tenía ningún derecho legal ni tenía ninguna esperanza de ser dueño de las tierras que recibió. Fue una muestra de la bondad del rey. La hospitalidad, la generosidad y la bondad del rey se ganaron la confianza del joven Mefiboset. ¡Que gran ejemplo de amor incondicional! Este relato nos ayuda a comprender el amor de Dios por todos nosotros, que va mucho mas allá del amor con que nosotros amamos a nuestros mejores amigos. El amor es uno de los rasgos del carácter de Dios. Su amor es tan grande que no podemos comprenderlo con nuestra mente humana. Por ejemplo, para nosotros, amar a nuestros enemigos va contra nuestra naturaleza; solo podemos amarlos cuando Dios actúa en nuestro corazón a través de su Espíritu Santo. Entre los frutos del Espíritu están el amor, la generosidad, la compasión, la bondad, el perdón y la sanidad. Por eso todos nuestros actos de bondad se basan en el amor de Dios. Y cuando hacemos estas cosas estamos ejerciendo una gran influencia sobre los demás. La Biblia nos invita extender el amor de Dios a quienes nos rodean: “Debemos amarnos unos a otros; porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios conoce a Dios” (1 Juan 4:7). Que el amor de Dios se refleje también en nuestro carácter.
MENSAJE
El regalo de la gracia de Dios traspasa todas las barreras para salvarnos.