La humillación del hombre Cristo Jesús es incomprensible para la mente humana, pero su divinidad y su existencia antes de que el mundo fuera formado nunca pueden ser puestas en duda por los que creen en la Palabra de Dios. El apóstol Pablo habla de nuestro Mediador, el unigénito Hijo de Dios, el cual en un estado de gloria era en la forma de Dios, el Comandante de todas las huestes celestiales, y quien, cuando revistió su divinidad con humanidad, tomó sobre sí la forma de siervo…
Al consentir en convertirse en hombre, Cristo manifestó una humildad que es la maravilla de las inteligencias celestiales. El acto de consentir en ser hombre no habría sido una humillación si no hubiera sido por la excelsa preexistencia de Cristo. Debemos abrir nuestro entendimiento para comprender que Cristo puso a un lado su manto real, su corona regia y su elevado mando, y revistió su divinidad con humanidad para que pudiera encontrarse con el hombre donde este estaba y para proporcionar a los miembros de la familia humana poder moral, a fin de que llegaran a ser los hijos e hijas de Dios. Para redimir al hombre, Cristo se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Mensajes selectos, t. 1, pp. 285, 286).
«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre». Filipenses 2:5-11…
Cristo no tenía mancha alguna de pecado, pero al tomar la naturaleza del hombre se expuso a los más crueles ataques del enemigo, a las tentaciones más sutiles, al dolor más profundo. Sufrió al ser tentado. Fue hecho semejante a sus hermanos para que pudiera mostrar que mediante la gracia, los hombres podían vencer las tentaciones del enemigo… Oigamos sus palabras: «He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón». Salmo 40:7, 8 (En los lugares celestiales, p. 43).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
3er. trimestre 2020 “HACER AMIGOS PARA DIOS”
Lección 13: «UN PASO DE FE»
Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez