Los adherentes a la verdad son llamados ahora para elegir entre desechar un claro requerimiento de la Palabra de Dios o perder su libertad. Si renunciamos a la Palabra de Dios y aceptamos las costumbres y tradiciones humanas, todavía se nos permitirá vivir entre los hombres para comprar y vender, y para que se respeten nuestros derechos. Pero si mantenemos nuestra lealtad a Dios, debe ser a expensas de nuestros derechos entre los hombres, porque los enemigos de la ley de Dios se han unido para aplastar el juicio independiente en asuntos de fe religiosa y para controlar la conciencia de los hombres […].
El pueblo de Dios reconocerá el gobierno humano como una ordenanza divinamente designada, y por precepto y ejemplo enseñará la obediencia a ella como un deber sagrado, siempre y cuando su autoridad se ejerza dentro de su esfera legítima. Pero cuando sus demandas entren en conflicto con las de Dios, debemos elegir obedecer a Dios antes que a los hombres. Debe reconocerse y obedecerse la Palabra de Dios como una autoridad que está por encima de toda legislación humana. El “Así dice el Señor” no debe desecharse por un “Así dicen la Iglesia o el Estado”. La corona de Cristo debe elevarse por encima de todas las diademas de los potentados terrenales.—The Home Missionary, 1 de noviembre de 1893.
Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880).