Los que el Señor ha redimido; entrarán en Sión con cantos de alegría, y siempre vivirán alegres. Hallarán felicidad y dicha, y desaparecerán el llanto y el dolor. Isaías 35:10.
La vida emocional de nosotras las mujeres está llena de altibajos. Cuando los tiempos malos o las circunstancias negativas se alargan, las mujeres nos sentimos vulnerables y en seguida se ven afectados nuestro sentido del humor, nuestra apertura hacia los demás, el lenguaje que usamos y nuestra conducta en general. Nos invade la tristeza; nos retraemos un poco más; incluso nos molesta que otros estén pasándolo bien y disfrutando de la vida.
Está comprobado estadísticamente que las mujeres somos más propensas a la tristeza y a la depresión que los hombres. Por supuesto que ellos también se deprimen, pero las altas tasas de depresión apuntan siempre hacia nosotras, las mujeres. Sabiendo esto, nos toca responsabilizarnos de nuestra salud emocional, poniendo nuestro granito de arena para intentar no pasar a formar parte de esa estadística. Y para lograrlo no estamos solas, tenemos a Dios en nuestro equipo.
La tristeza forma parte de la vida en este mundo. Cuando perdemos a un ser querido, o simplemente perdemos una oportunidad; cuando hemos pasado por un divorcio o la economía se nos ha puesto tan mal que tenemos que admitir que somos pobres; cuando convivimos con la violencia (física, mental, económica, social); cuando somos testigos de injusticias y desigualdades, nos ponemos tristes (a menos que seamos psicópatas). Y aun así, pese a todas las fuentes de tristeza que nos rodean, Dios sigue poniendo gotas de alegría en nuestro corazón y proporcionándonos regalos maravillosos cada día, que son razones más que válidas para sonreír de nuevo.
Siendo así las cosas en este mundo, ¿quién querría perpetuar su vida en un entorno que genera emociones negativas, donde en minutos se puede perder la dicha con solo escuchar una mala noticia? Isaías 35:10 nos trae una promesa que quiere conducirnos por caminos de paz: «Los que el Señor ha redimido; entrarán en Sión con cantos de alegría, y siempre vivirán alegres. Hallarán felicidad y dicha, y desaparecerán el llanto y el dolor». ¡Qué cambio tan radical! Pasaremos de vivir en un mundo de penurias a trasladarnos a otro en que no habrá tristeza.
«Allí habrá felicidad y alegría, cantos de alabanza y son de música» (Isa. 51:3). Por eso, ya te puedes ir despidiendo de la tristeza, por fe en lo que se avecina.