“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). Ciertamente hay sacrificios cuando aceptamos a Cristo. Hay cosas que nos pide que rindamos. Jesús dejó en claro el compromiso que se necesitaría para seguirlo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Luc. 9:23). La muerte en una cruz es una muerte dolorosa. Cuando entregamos nuestra vida ante la invitación de Cristo y este “viejo hombre” de pecado es crucificado (ver Rom. 6:6), es doloroso. A veces es doloroso renunciar a los deseos preciados y los hábitos de toda la vida, pero las recompensas superan con creces el dolor. Los testimonios poderosos que tienen un impacto que cambia la vida de los demás se centran en lo que Cristo ha hecho por nosotros, no en lo que hemos renunciado por él. Se centran en su sacrificio, no en nuestros así llamados “sacrificios”. Porque Cristo nunca nos pide que renunciemos a nada que sea de nuestro mayor interés retener. Sin embargo, la historia del cristianismo está llena de historias de aquellos que tuvieron que hacer enormes sacrificios por el amor de Cristo. No es que estas personas se estuvieran ganando la salvación, o que sus actos, sin importar cuán desinteresados y sacrificados hayan sido, les dieran mérito ante Dios. En cambio, en la mayoría de los casos, al darse cuenta de lo que Cristo había hecho por ellos, estos hombres y mujeres estuvieron dispuestos a poner todo sobre el altar del sacrificio, de acuerdo con el llamado de Dios en su vida.
Lee Juan 1:12; 10:10; 14:27 y 1 Corintios 1:30. Nuestro testimonio siempre se basa en lo que Cristo ha hecho por nosotros. Enumera algunos de los dones de su gracia mencionados en los textos anteriores.
A la luz de los textos anteriores, piensa en lo que Cristo ha hecho por ti. Es posible que hayas sido un cristiano dedicado toda tu vida, o posiblemente hayas experimentado una conversión más dramática. Medita en lo bueno que Jesús ha sido contigo y el propósito, la paz y la felicidad que te ha dado. Piensa en las veces que te ha dado fuerza para superar las experiencias difíciles de tu vida.
¿Qué tipo de sacrificios has sido llamado a hacer por Cristo? ¿Qué has aprendido de tus experiencias que podría ser una bendición para los demás?
Lección de Escuela Sabática Para Adultos 2020. 3er. trimestre 2020 “HACER AMIGOS PARA DIOS” Lección 11 «COMPARTIR LA HISTORIA DE JESÚS« Colaboradores: Eunice Castañón & Guadalupe Cortez