«Amad, pues, a vuestros enemigos,[…], porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir». Lucas 6: 35-38
JESÚS ENSEÑA QUE «SI PERDONAN a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero, si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas» (Mat. 6: 14-15, NVI). El amor de Dios es lo que nos atrae a él. Ese amor no puede afectar nuestros corazones sin despertar amor hacia nuestros hermanos. […]
El que no perdona suprime el único conducto por el cual puede recibir la misericordia de Dios. No debemos pensar que, a menos que confiesen su culpa los que nos han hecho daño, tenemos razón para no perdonarlos. Sin duda, es su deber humillar sus corazones por el arrepentimiento y la confesión; pero hemos de tener un espíritu misericordioso hacia los que han pecado contra nosotros, confiesen o no sus faltas. Por mucho que nos hayan ofendido, no debemos pensar de continuo en los agravios que hemos sufrido ni compadecernos de nosotros mismos por los daños. Así como esperamos que Dios nos perdone nuestras ofensas, debemos perdonar a todos los que nos han hecho mal.
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que «será amplio en perdonar» (Isa. 55: 7), añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: «Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!» (vers. 8-9, NVI).
El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual nos libra de la condenación. No es solo el perdón por el pecado; es también una redención del pecado, es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. […] Dios se dio a sí mismo en Cristo por nuestros pecados.— El discurso maestro de Jesucristo, cap. 5, pp. 172-174.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «FAMILIARIZÁNDONOS CON LA MISERICORDIA DE DIOS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez