«¡Vuelvan conmigo, hijos rebeldes! ¡Yo los convertiré en hijos obedientes!». Los israelitas respondieron: «Dios nuestro, aquí nos tienes. A ti volvemos, porque eres nuestro Dios. […] Solamente en ti, Dios nuestro, hallaremos nuestra salvación. […] Nosotros y nuestros antepasados hemos pecado contra ti. Desde que éramos jóvenes, y hasta el día de hoy, jamás te hemos obedecido. Por eso, debemos avergonzarnos y humillarnos por completo»». Jeremías 3: 22-25, TLA
LA CONFESIÓN NO RESULTA aceptable para Dios si no va acompañada de sincero arrepentimiento y de propósito de enmienda. Tiene que haber un cambio positivo; es necesario abandonar todo lo que ofenda a Dios. Este es el resultado de una verdadera tristeza por el pecado. Se nos presenta claramente lo que tenemos que hacer por nuestra parte: « ¡Lávense, límpiense!» (Isa. 1: 16, NVI). […]
Cuando el pecado finalmente amortigua la percepción moral, la persona que obra mal no discierne los defectos de su carácter ni comprende la enormidad del mal que ha cometido; y a menos que ceda al poder convincente del Espíritu Santo permanecerá parcialmente ciega con respecto a su pecado. Sus confesiones no son sinceras ni brotan del corazón. Cada vez que reconoce su maldad añade una disculpa por su conducta al considerar que si no hubiera sido por determinadas circunstancias no habría hecho esto o aquello que se le reprocha.— El camino a Cristo, cap. 4, pp. 60-61.
Nadie vive para sí. La vergüenza, la derrota y la muerte cayeron sobre Israel por el pecado de un hombre. La protección que cubría sus cabezas en la batalla se retiró. Varios pecados acariciados y practicados por cristianos profesos atraen la ira de Dios sobre la iglesia. En el día en que el libro mayor del cielo sea abierto el Juez no expresará con palabras la culpa de nadie, sino que echará una penetrante y acusadora mirada, y todas las acciones, todas las transacciones de la vida quedarán vivamente impresas en la memoria del transgresor. No será preciso que, como en tiempos de Josué, se busque a la persona entre la tribu y la familia; sus propios labios confesarán su vergüenza, su egoísmo, su codicia, su deshonestidad, su disimulo y su fraude.— Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 483.
Devocional Vespertino Para 2020. «Conocer al Dios Verdadero» «FAMILIARIZÁNDONOS CON LA MISERICORDIA DE DIOS» Por: Elena G. de White Colaboradores: Pilita Mariscal & Martha Gonzalez