La verdadera felicidad sólo se encuentra en ser buenos y hacer el bien. Los más puros y elevados goces son patrimonio de los que cumplen fielmente sus deberes. Ningún trabajo honrado es degradante. Es una pereza innoble la que induce a los seres humanos a menospreciar los sencillos deberes cotidianos de la vida. El rechazamiento de esos deberes causa una deficiencia mental y moral que algún día se sentirá agudamente. Alguna vez en la vida del perezoso su deformidad aparecerá con rasgos inconfundibles. En el registro de su vida aparecen escritas las palabras: Consumidor, pero no productor.
De todas las vocaciones de la vida se pueden aprender útiles lecciones espirituales. Los que labran el suelo, mientras trabajan pueden estudiar el significado de las palabras: Vosotros sois labradores de Dios. Deben sembrar en el corazón humano las semillas de la verdad para que la vida pueda llevar los ricos frutos del Espíritu. La impresión de Dios sobre la mente va a modelarla con gracia y simetría. Las energías naturales, tanto físicas como mentales, deben ser educadas para el servicio del Maestro. . .
A todos ha dado Cristo la obra de ministrar. El es el Rey de la gloria y, sin embargo, declara: “El Hijo del hombre no vino para ser servido,sino para servir”. No obstante ser la Majestad del cielo, estuvo dispuesto a venir a esta tierra para hacer la obra que su Padre le había confiado. El ha ennoblecido el trabajo. Trabajó con sus manos como carpintero para darnos un ejemplo de laboriosidad. Desde una edad muy temprana desempeñó su parte en el sostén de la familia. Se daba cuenta de que constituía una parte en la sociedad de la familia, y voluntariamente cargó con lo que le correspondía.