«Porque aunque caiga siete veces, otras tantas se levantará; pero los malvados se hundirán en la desgracia»(Prov. 24:16, DHH).
William Perkin tenía un elevado y noble plan para sus vacaciones de primavera. Este muchacho de dieciocho años pensaba usar su nuevo conocimiento de química para hacer un remedio a partir de un derivado barato de la industria siderúrgica llamado alquitrán mineral. Esperaba hacer una versión sintética de quinina, el único alcaloide natural eficaz para tratar la malaria. En 1856, la quinina solo se podía hacer a partir de la corteza de árboles de Sudamérica, lo que la hacía cara y exótica.
El mundo necesitaba una versión económica de la quinina, así que William puso manos a la obra. Luego de llevar a cabo una serie de reacciones químicas, miró en su frasco. Todo lo que encontró fue un lodo negro para nada similar a la quinina. Aquel parecía ser un rotundo fracaso. Para darte una idea de lo difícil que hubiera sido que tuviera éxito, aquí hay un spoiler: nadie pudo crear quinina artificial hasta casi noventa años después.
Pero cuando William estaba limpiando la mezcla negra del frasco, notó que se volvía violeta. Eso es interesante, pensó. En lugar de crear medicina artificial, había creado la primera tintura artificial para tela.
Hasta su descubrimiento, las tinturas violetas eran increíblemente caras. La tintura natural llamada púrpura de Tiro solo se podía extraer de caracoles de mar. Se necesitaban nueve mil caracoles para hacer un cuarto de cucharadita de tintura. Ahora sabes por qué solo los reyes y las reinas podían costearse atuendos violetas.
Gracias a William, ahora puedes darte el lujo de tener medias violetas, ropa interior violeta y moños violetas en el cabello.
No permitas que el miedo al fracaso te impida intentar hacer algo grande. Quizá no llegues a tu objetivo original, pero el esfuerzo que realices puede llevarte al éxito por descubrir algo inesperado. Al igual que William, haz planes de alcanzar un objetivo elevado… o muere «entintado». Kim