Vosotros hermanos, a libertad fuisteis llamados. Gálatas 5:13.
Una de las cargas más pesadas de toda adicción es el síndrome de abstinencia: un conjunto de síntomas dolorosos que sobrevienen por la carencia de la droga o conducta. Es el caso del fumador que pone en práctica su propósito de dejar de fumar. Enseguida se da cuenta de que no es fácil. Sufre dolores de cabeza, náusea, cansancio, falta de concentración, desánimo, ansia de dulces y alimentos calóricos y, por supuesto, un deseo vehemente de fumar. Lo mismo ocurre con las conductas adictivas. Por ejemplo, cuando la persona enganchada a las telenovelas decide no verlas más. La ausencia de los episodios causa tensión interna, irritación, inquietud y hasta signos de depresión, aparte de la fuerte tentación de volver al televisor. Son los síntomas de la abstinencia, barreras que se anteponen a la libertad de las adicciones.
La libertad es uno de los dones más preciados. Los pueblos a lo largo de la historia la han buscado continuamente, a veces derramando mucha sangre en el intento de recobrarla y afirmarla; pero en todo caso se trata de una libertad incierta e imperfecta. El texto de hoy nos recuerda que los hijos de Dios estamos llamados a la libertad, una libertad segura y auténtica que proviene de Jesús (Juan 8:36).
Pero ¿es suficiente otorgar libertad sin más? Imaginemos un preso a quien se le concede el perdón. Ya libre, en la calle, siente una inmensa sensación de gratitud y le es reconfortante saber que puede comenzar una nueva vida. Pero al mismo tiempo siente escalofrío pensando que, por sus viejos hábitos, podría reincidir y volver a la cárcel. Esa sería nuestra situación si no fuera porque Jesús nos libera y nos protege de lo que pone en riesgo nuestra libertad; ese debe ser el pensamiento de cualquiera que se enfrente a los síntomas la abstinencia.
«Yo esto contra vuestras vendas mágicas, con las que cazáis las almas al vuelo. Yo las libraré de vuestras ymanos, y soltaré para que vuelen como aves las almas que cazáis al vuelo. Romperé asimismo vuestros velos mágicos y libraré a mi pueblo de vuestra mano, y no estarán más como presa en vuestra mano. Y sabréis que yo soy Jehová» (Ezequiel 13:20-21). ¡Qué magnífico manifiesto por parte del Señor! Aunque el mensaje va dirigido a los falsos profetas, bien puede servir para los agentes y circunstancias que promueven las adicciones.
Pensemos hoy que por fuertes que sean las trampas que pretenden esclavizarnos, nuestro Creador es infinitamente más fuerte que ellas y nos librará de las ataduras del pecado y de las adicciones.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2020 «Buena Medicina es el Corazón Alegre» Por: Julián Melgosa – Laura Fidanza.
Colaboradores: Ricardo Vela & Esther Jiménez