Y dijo: ‘De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos». MATEO 18: 3
Seguramente también tú, como todos los seres humanos, tienes en lo más profundo del corazón el deseo de ser «alguien», de ser reconocido, de ser importante, de ser igual o más que los demás. Es un deseo natural del corazón humano. Es el más persistente de todos los deseos del hombre. Los discípulos de nuestro Señor, hasta el último momento de la vida de Jesús, siguieron discutiendo «quién de ellos sería el mayor». Por eso le preguntaron a Jesús: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?» (Mat. 18: 1). Evidentemente, las propias lecciones de humildad de Jesús, dadas por precepto y ejemplo, no habían surtido efecto. Necesitaban una lección más impactante. La definitiva la recibieron cuando les lavó los pies. Pero ya antes les enseñó la misma lección con otro ejemplo sencillo.
El Señor Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, y les dijo: «De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos» (Mat. 18: 3, 4). Los discípulos imaginaban un reino terrenal, con cortesanos, ministros, embajadores y gobernadores, posiciones todas en las que la grandeza se mide por el poder, la influencia, la popularidad y el dinero. En el mundo, la posición, el engrandecimiento propio, la influencia, la riqueza y la educación se usan para el engrandecimiento propio, para dominar a los demás. Las clases «superiores» piensan, deciden y gobiernan; las clases humildes obedecen y sirven. Sin embargo, Cristo estaba estableciendo un nuevo reino, basado en principios diferentes. Llamaba a los hombres no a ejercer autoridad, sino a servir. El poder, la posición, el talento y la educación obligan a quien los posee a servir a su prójimo. Eso hizo el mayor de los hombres de todos los tiempos: «Toda la vida de Cristo había sido una vida de servicio abnegado. La lección de cada uno de sus actos enseñaba que había venido «no… para ser servido, sino para servir».
Pero los discípulos no habían aprendido todavía la lección» (El Deseado de todas las gentes, p. 598). En el reino de Dios, el más humilde es el más grande. El que más sirve es el más útil. El que reconoce que sin Jesús nada puede hacer, es el más realizado. Por eso Jesús puso a un niño como ejemplo. Los discípulos de Jesús solo aprendieron esa importantísima lección cuando terminaba su período de instrucción. ¿Ya la has aprendido tú?
Tomado de: Lecturas Devocionales Familiares 2020 «Siempre Gozosos: Experimentando el amor de Dios» Por: Juan O Perla Colaboradores: José Luc & Silvia García