«No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes» (Juan 14:18).
Hace varios años, volé a California para visitar a mis padres. El tiempo pasó rápidamente, y pronto nos dirigíamos de vuelta al aeropuerto de San Francisco para regresara Maryland, donde vivo. Pero en el camino nos encontramos con niebla, que causó un embotellamiento en el tráfico. Miré mi pasaje con nervios.
—¿Te parece que voy a llegar a tiempo a mi vuelo? —pregunté.
—Eso espero —respondió mi papá.
Dos horas después, papá se detuvo frente al cartel que decía «Puertas de embarque de United».
-Mejor te dejo aquí —dijo—. Yo voy a estacionar.
Se volvió hacia mi madre.
—¿Por qué no vas con Lori? Las encuentro adentro.
—Está bien —respondí, mirando el reloj. Tenía veinte minutos.
Papá descargó las valijas rápidamente, y mamá y yo las tomamos y corrimos hacia adentro. Cuando llegamos al control de seguridad, miré para todos lados con el anhelo de ver a mi padre. —Me tengo que ir —le dije a mi madre con tristeza.
Ella asintió y nos abrazamos.
—Dile adiós a papá —pedí mientras me alejaba.
Cuando llegué a la puerta de embarque, el agente de la aerolínea ya había hecho el último llamado para embarcar. Entré casi corriendo y busqué mi asiento. A los pocos minutos, se cerró la puerta y se anunció el despegue.
Mirando por la ventanilla, sentí las tibias lágrimas que me corrían por las mejillas. Entonces, de repente, la voz de una azafata llamó mi atención. «Pasajera Peckham, pasajera Lori Peckham, su padre está en el mostrador del aeropuerto y le dice adiós y que la ama».
¡Ahora realmente quería llorar! Pero sonreí. Mi papá no quería que me fuera sin escuchar su saludo y sin tener la certeza de su amor.
¡Qué semejante a nuestro Padre celestial! Él envió a su Hijo con un mensaje de amor y sacrificio increíbles. Y pienso que quiere que escuchemos y atesoremos su mensaje para nosotros: «No te puedo decir esto cara a cara en este momento, pero te amo y no puedo esperar a que nos volvamos a reunir». Lori