Cuando los discípulos predicaron a Cristo y Cristo crucificado, después de su resurrección, las autoridades les ordenaron que no hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. «Entonces Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer antes a vosotros que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído». Hechos 4:19, 20. Continuaron predicando las buenas nuevas de la salvación por
Cristo; y el poder de Dios dio testimonio del mensaje. Los enfermos eran sanados, y miles eran añadidos a la iglesia. «Entonces levantándose el príncipe de los sacerdotes, y todos los que estaban con él, que es la secta de los Saduceos, se llenaron de celo; y echaron mano a los apóstoles, y los pusieron en la cárcel pública». Hechos 5:17, 18.
Pero el Dios del cielo, el poderoso Gobernante del universo, tomó el asunto en sus manos; porque los hombres guerreaban contra su obra. Les mostró claramente que hay quien impera sobre los hombres, alguien cuya autoridad debe ser respetada. El Señor envió a su ángel de noche a abrir las puertas de la cárcel; y sacó a esos hombres a quienes él había ordenado que hiciesen su obra. Los príncipes dijeron: No habléis ni enseñéis «en el nombre de Jesús»; pero el mensajero celestial enviado por Dios dijo: «Id, y estando en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida». Hechos 4:18; 5:20 (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 667).
[Jesús] variaba sus mensajes de misericordia para adaptarlos a su auditorio. Sabía «hablar en sazón palabra al cansado» Isaías 50:4, porque la gracia se derramaba de sus labios, a fin de inculcar a los hombres los tesoros de la verdad de la manera más atrayente. Tenía tacto para tratar con los espíritus llenos de prejuicios, y los sorprendía con ilustraciones que conquistaban su atención. Mediante la imaginación, llegaba al corazón. Sacaba sus ilustraciones de las cosas de la vida diaria, y aunque eran sencillas, tenían una admirable profundidad de significado. Las aves del aire, los lirios del campo, la semilla, el pastor y las ovejas, eran objetos con los cuales Cristo ilustraba la verdad inmortal; y desde entonces, siempre que sus oyentes veían estas cosas de la naturaleza, recordaban sus palabras. Las ilustraciones de Cristo repetían constantemente sus lecciones (El Deseado de todas las gentes, p. 219).
El verdadero amor se esfuerza en primer lugar por honrar a Dios y salvar las almas. Los que tengan este amor no eludirán la verdad para ahorrarse los resultados desagradables que pueda tener el hablar claro. Cuando las almas están en peligro, los ministros de Dios no se tendrán en cuenta a sí mismos, sino que pronunciarán las palabras que se les ordenó pronunciar, y se negarán a excusar el mal o hallarle paliativos…
A cada uno de ellos le toca cumplir este consejo: «Reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina». 2 Timoteo 4:2. Deben trabajar en lugar de Cristo como dispensadores de los misterios del cielo, animando a los obedientes y amonestando a los desobedientes… No les toca pronunciar sus propias palabras, sino las que les ordenó decir Uno mayor que los potentados de la tierra (Profetas y reyes, p. 104).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2020.
3er. trimestre 2020 “HACER AMIGOS PARA DIOS”
Lección 7: «COMPARTIR LA PALABRA»
Colaboradores: Rosalyn Angulo & Esther Jiménez