Sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. 1 Ped. 1:5, RV60.
«Soy cristiana; pero nosotros los cristianos no hacemos ningún mal», repetía la joven Blandina dirigiéndose a las conciencias de los soldados romanos que despedazaron su cuerpo pero no lograron doblegar su fe. Corría el año 172 en la ciudad de Lyon, en lo que hoy es Francia y que entonces era territorio romano bajo el poder de Marco Aurelio. Aquellos eran de persecución del cristianismo por parte del Imperio Romano.
Blandina era sacada, diariamente, al anfiteatro de Lyon para que se detractara de su fe al ser testigo del martirio que sufrían sus hermanos cristianos. Su débil cuerpo fue encarcelado, azotado, martirizado y llevado a un espectáculo final donde primero la sujetaron en una silla de metal al rojo vivo; luego la ataron a un poste y fue corneada por un toro. Sin embargo, a pesar de tantos esfuerzos por doblegarla, nada lograba que Blandina negara su fe. Al contrario, alentó a otros cristianos que murieron antes de ella, para que permanecieran firmes en sus últimos momentos. Sus verdugos, no sabiendo ya qué más hacer con ella, decidieron finalmente decapitarla. Así se apagó en Francia una voz a favor del cristianismo.
Muchos siglos han pasado pero no han sido suficientes para acallar ni borrar las huellas que han dejado en la historia los mártires que murieron por no negar a Cristo. Su historia de fe, amor y devoción es una fuente de inspiración para nosotras hoy.
Leemos en El conflicto de los siglos: «La confesión de fe que hicieron los santos y los mártires fue registrada para beneficio de las generaciones venideras. Los ejemplos vivos de santidad y de perseverante integridad llegaron hasta nosotros para inspirar valor a los que son llamados ahora a actuar como testigos de Dios. Recibieron gracia y verdad, no para sí solos, sino para que, por intermedio de ellos, el conocimiento de Dios iluminase la tierra. ¿Ha dado Dios luz sus siervos en esta generación? En tal caso deben dejarla brillar para el mundo» (cap. 27, p. 452).
Tú y yo somos esa «generación venidera» que puede encontrar fuerza y esperanza en las biografías de esas mujeres y esos hombres que afrontaron el martirio con valentía. Te animo a leerlas para tu crecimiento espiritual, y a derivar de esos ejemplos de entereza una fuerza espiritual para tus propias luchas de fe.