Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándose con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. ROMANOS 12:16
La humildad fluye desde lo más profundo del corazón que ha sido tocado por el Espíritu Santo. El apóstol Juan nos dio una definición práctica de humildad cuando dijo: «El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo» (1 Juan 2:10). Cuando observamos a nuestro ejemplo máximo de humildad, Jesús, vemos que tenía diferentes maneras de aproximarse a las personas. Siempre procuraba adaptarse a las personas con las que se relacionaba, a los lugares en que se encontraban, y a las situaciones que se le presentaban. Su adaptabilidad era obvia, porque siempre aceptaba a las personas donde se encontraban, sin importar las circunstancias que las rodearan. Esa actitud era parte de la humildad de Jesús.
De hecho, ser humildes no significa que las personas tengan que adaptarse a nosotros, sino que nosotros nos adaptemos a ellas. Cada día encontramos personas que piensan de forma distinta que nosotros, y que a veces procuraran llevarnos la contraria, e incluso se deleitan en ello. Pese a eso, no debemos olvidar que estamos pidiendo a Dios que nos ayude a ser como Jesús. La próxima vez que alguien te plantee un desafío y estés a punto de perder la compostura y la humildad, pregúntate esto: » ¿Cómo se adaptaría Jesús a esta persona?» En un documental de televisión que tuve la oportunidad de ver sobre la vida de las ovejas, supe que en un estudio se descubrió que las ovejas tienen la percepción, de que el pasto es más verde al otro lado de la cerca que el que está de su lado. Es interesante que este sea el caso de muchos de nosotros. Tenemos la tendencia a pensar y a decir: «Ah, es que yo podría ser una mejor persona si viviera en otro vecindario». «Si yo trabajara en otro lugar, donde no estuviera rodeado de este tipo de personas, la gente sabría cuán dulce y bueno soy en realidad». «Si estuviera casado con otra persona, tendría un carácter mejor». Muchas veces no somos tan humildes como quisiéramos ser porque queremos que los demás se adapten a nosotros. Podemos pasar la vida esperando que los demás se adapten a nuestra manera de ser, pero así nunca alcanzaremos el nivel de humildad que Jesús quiere que alcancemos. Decide hoy ser humilde.
Pide a Dios que te dé el don de la humildad. Comprende a los demás, aunque tengan defectos. Si eres humilde, serás más feliz y podrá suponer una influencia positiva e inolvidable para los demás.
Tomado de: Lecturas Devocionales Familiares 2020 «Siempre Gozosos: Experimentando el amor de Dios» Por: Juan O Perla Colaboradores: José Luc & Silvia García