«Todos los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor, y él los entregará a ustedes en nuestras manos” (1 Sam. 17:47).
Por culpa de la película Tiburón, a mucha gente la da miedo el mar. Esta película cuenta la historia de un pueblo costero de los Estados Unidos cuya población vivía aterrorizada por un gran tiburón blanco. El jefe de la policía contrata a un cazador de tiburones para resolver el problema. A mitad de la película, Brody, el jefe de la policía, está tirando peces de carnada por la popa del barco del cazador de tiburones cuando ve la enorme mandíbula del tiburón saliendo del agua. Mientras retrocede, temblando, por la cubierta, pronuncia una de las frases más famosas de la historia del cine: «Vas a necesitar un barco más grande».
Ahora la expresión se utiliza en los Estados Unidos cuando alguien se da cuenta de que necesita más recursos de los que tiene disponibles. Como esa vez que me mandaron a cortar el pasto de la casa de la abuela con una podadora. Cuando el ejército de Israel era amenazado por el gigante Goliat, es probable que hayan querido un «barco más grande».
«Si tan solo tuviéramos un gigante nuestro», habrán deseado. Sin embargo, Dios no les envió un guerrero tan alto como una canasta de baloncesto. Envió a un pastorcito. Goliat vestía 55 kilos de armadura de bronce. El rey Saúl vistió a David con la armadura real, para equilibrar un poco el combate. Pero David se sacó el casco de bronce. Se sacó la cota de malla y dejó a un lado la espada. Entonces, salió al encuentro del imponente filisteo.
David le dijo a Goliat: «Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien has desafiado» (1 Sam. 17:45). No fue el equipamiento lo que hizo que David ganara la batalla. Fue nuestro Dios.
Me parece que no siempre necesitas un barco más grande. Lo que sí necesitas es una fe más grande. Kim