Ciertamente vienen días, dice Jehová, el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. Amós 8:11.
Mientras algunos tienen que lidiar contra los excesos, un inmenso número de personas lucha por sobrevivir al hambre y a la carestía. Fisiológicamente, la sensación de hambre ocurre cuando disminuye significativamente el nivel de glucosa en la sangre y se manifiestan contracciones estomacales que provocan dolores y sensaciones desagradables persistentes. La falta de ingesta prolongada constituye una tragedia en el mundo, pues significa un alto índice de desnutrición y mortalidad para la población mundial. Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en inglés), una de cada ocho personas en el mundo (unos ochocientos cuarenta millones) han padecido desnutrición crónica en los últimos años. La mayoría corresponde a niños que viven en países emergentes, cuya falta de alimentos es consecuencia directa de la pobreza.
La reducción del hambre es un compromiso que la comunidad internacional se propuso en la «Declaración del milenio», su objetivo apuntaba a reducir el número de personas hambrientas a la mitad para el año 2015. Lamentablemente, la meta no fue alcanzada, aun cuando los recursos alimenticios en el mundo debieran haber satisfecho las necesidades de todos, pues tan solo 25 centavos de dólar diarios para cada niño hubiesen alcanzado para darles de comer y cambiar su vida para siempre.
En la cita bíblica de hoy, Dios predice otro tipo de hambre sobre la tierra, «no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová». Su Palabra es el único alimento capaz de satisfacer las necesidades más profundas del alma, inspirando esperanza y dando vida a quienes se alimentan diariamente de ella. Cada día trae consigo desafíos, luchas e incertidumbres. Para cada situación, el Señor ha dejado palabras de ánimo, fortaleza y guía.
Su propósito es que todos tengan acceso libre y abundante a este rico sustento, por eso declara a los cuatro vientos: «Por toda la tierra salió su voz y hasta el extremo del mundo sus palabras» (Salmo 19:4). Allí encontramos a quien dijo: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás» (Juan 6:35); porque «las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida» (vers. 63).
La desnutrición espiritual ¿te provoca dolores persistentes? Pues ¡sírvete con confianza! ¡No te quedes con hambre!
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2020 «Buena Medicina es el Corazón Alegre» Por: Julián Melgosa – Laura Fidanza.
Colaboradores: Ricardo Vela & Esther Jiménez