Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Salmo 103:1-2.
Hace algunos años, tuve (L) el agrado de vivir en Italia junto a mi familia. Aunque como extranjeros nuestra situación estaba llena de incertidumbres y dificultades habíamos viajado con la convicción de que el Señor había dirigido nuestros planes para estudiar en aquel lugar. Sin siquiera conocer el idioma, sin trabajo ni techo tajo el cual dormir y con tres niños a cuestas, avanzamos como lo hizo Abraham al salir de Ur. En aquella situación extrema y ante las dificultades cotidianas, nuestra mirada se dirigía una y otra vez a las evidencias que Dios nos había dado acerca de su dirección en el pasado. Y cada día y cada semana, tomábamos tiempo para reunir y meditar en cada una de las evidencias del cuidado y la dirección de Dios. Al pasar el tiempo, fuimos convirtiendo el Salmo 103 en una alabanza personal, recitándolo de diversas maneras. Comenzábamos, al igual que el salmista, diciendo: «Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida…». Pero luego seguimos agregando: «Él es quien nos proveyó un lugar donde vivir y nos dio la ciudadanía, quien nos abrió las puertas para estudiar en la universidad y nos ha dado una beca de estudios. ¡Él es quien nos corona de favores y misericordias!».
Durante la adolescencia, muchas jovencitas expresan sus emociones y pensamientos en un diario de vida. Aunque en él muchas veces se exteriorizan ilusiones o desengaños amorosos, sería mucho más saludable registrar cada una de las bendiciones recibidas. Mediante el recuerdo, cada dato que ha sido registrado puede ser revivido con posterioridad. Recordar los traumas o los pasajes oscuros de la vida, lejos de solucionarlos, los mantiene vivos constantemente en la memoria; mientras que recordar las bendiciones que Dios nos ha concedido en el pasado, revive la satisfacción experimentada y recuerda el trato de Dios para con sus hijos.
¿Puedes hacer memoria de las bendiciones de Dios en tu experiencia pasada? ¿Puedes recordar las pruebas del amor de Dios? Es una ley de la mente que nuestros sentimientos y pensamientos resultan fortalecidos al darles expresión. Elige en este día cultivar y fortalecer aquellos pensamientos y sentimientos que produzcan gratitud y alabanza. Reúne cada una de las bendiciones recibidas y construye una lista que puedas revivir constantemente. Luego, alaba a Dios por su bondad.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2020 «Buena Medicina es el Corazón Alegre» Por: Julián Melgosa – Laura Fidanza.
Colaboradores: Ricardo Vela & Esther Jiménez