Los jóvenes no se debilitarán mentalmente ni perderán eficiencia al consagrarse al servicio de Dios. Para muchos, la educación significa un conocimiento de los libros; pero “el temor de Jehová es el principio de la sabiduría”. El niño más joven que ama y teme a Dios es mayor a su vista que el hombre más talentoso e instruido que descuida el asunto de la salvación personal. Los jóvenes que consagran su corazón y vida a Dios se ponen en contacto con la Fuente de toda sabiduría y excelencia.
Si los jóvenes quisieran tan sólo aprender del Maestro celestial, como hizo Daniel, sabrán por sí mismos que el temor del Señor es ciertamente el principio de la sabiduría. Habiendo puesto así su cimiento seguro, pueden, como Daniel, aprovechar hasta lo sumo todo privilegio y oportunidad y elevarse a cualquier altura intelectual. Consagrados a Dios y teniendo la protección de su gracia y la influencia vivificante de su Santo Espíritu, manifestarán un poder intelectual más profundo que los simples mundanos.
Aprender la ciencia a través de la interpretación que los hombres le dan, es obtener una falsa educación. Aprender de Dios y de Jesucristo, a quien él ha enviado, es aprender la ciencia de la Biblia. Los puros de corazón ven a Dios en toda providencia, en toda fase de la verdadera educación. Reconocen la primera entrada de la luz que irradia del trono de Dios. Los que disciernen los primeros rayos del conocimiento espiritual, reciben comunicaciones del cielo.
Los alumnos de nuestras escuelas han de considerar que el conocimiento de Dios está por encima de todas las cosas. Solamente se puede obtener este conocimiento escudriñando las Escrituras. “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito:
Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. . . Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres . . . Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención: para que, como está escrito: el que se gloría, gloríese en el Señor”3 (Youth’s Instructor, noviembre 24, 1903).