«Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed»» (Juan 6:35).
El espíritu de Joni Eareckson Tada estaba abatido, sumergido en la tristeza, la depresión e incluso el odio. Sintió el deseo de suicidarse y dudó de la existencia de Dios, tal como ella misma admite en su autobiografía. Aquella muchacha, que había sido siempre tan activa, a la que le encantaba montar a caballo, hacer senderismo, jugar al tenis y nadar, de pronto estaba incapacitada, sin poder mover los brazos ni las piernas. Todo había sucedido tan de prisa que resultaba difícil de creer. Se había lanzado de cabeza al agua creyendo que tenía más profundidad de la que realmente tenía y, de pronto, sus cervicales se habían roto en pedazos. Se había quedado parapléjica de los hombros para abajo y ahora tenía que comenzar una nueva vida.
La terapia de dos años a la que tuvo que someterse fue dura, pero le enseñó muchas cosas que serían fundamentales en su vida: a pintar con la boca (luego vendería sus pinturas), a luchar contra la depresión, a escribir libros y cantar y, sobre todo, a aferrarse de Cristo fuertemente. Su ejemplo de mujer cristiana luchadora y victoriosa es de gran inspiración para todas nosotras. Dice ella: «Ahora creo que el propósito de Dios con mi accidente fue el de transformar a una joven terca en una mujer que reflexiona con paciencia, perseverancia y esperanza sobre las glorias celestiales».
Joni escribió en una ocasión: «Cuando una ola de emociones amenaza con tragarme, me aferro a un ancla objetiva de la Palabra de Dios». Y eso es lo que te propongo yo a ti esta mañana: buscar un ancla de la Biblia de la cual te puedas aferrar cuando las emociones, las circunstancias y la vida misma, amenacen con engullirte por completo; cuando el abatimiento, la tristeza, la depresión, el odio o los pensamientos suicidas hagan acto de presencia. Un ancla como por ejemplo esta: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed» (Juan 6:35).
Eso es lo que produce Jesucristo, el pan de vida, en nosotras si se lo permitimos cada día. Anclémonos en él, en las verdades de su Palabra, en el camino de crecimiento, aprendizaje y fe que él pone delante de nosotras.