«El que cuida su boca y su lengua se libra de muchos problemas» (Proverbios 21:23).
José Doroteo Arango Arámbula, más conocido como Pancho Villa, nació el 5 de julio de 1878 en La Coyotada (Durango, México). Hasta el día de hoy su nombre es motivo de polémica. Villa sobrevivió como bandolero, ladrón, asaltante de caminos, cuatrero y, más adelante, como creador de la más espectacular red de contrabando al servicio de una revolución, a partir del robo organizado de vacas. Al estallar la Revolución mexicana (1910), se unió al movimiento de Francisco I. Madero, con quien rompería tiempo después. Llegó a ser uno de los jefes revolucionarios más eficaces del norte de México y sumamente popular entre los sectores menos favorecidos de la sociedad.
Pero al revolucionario mexicano le gustaba hacerse acompañar de periodistas, a quienes concedió varias entrevistas, y escritores que narraban sus hazañas; incluso firmó un contrato con una empresa cinematográfica de Hollywood para filmar sus batallas, para lo que sus tropas recibieron uniformes nuevos con el fin de lograr una mejor imagen. Tras varios años de lucha, Villa aceptó retirarse en 1920 al llegar a un acuerdo con el gobierno y después se fue a su hacienda de Canutillo, en Parral (Chihuahua, México). Sin embargo, durante una entrevista que concedió en junio de 1922 a Regino Hernández Llergo, un periodista de la Ciudad de México, hizo comentarios imprudentes: «Soy un soldado de verdad. Yo puedo movilizar cuarenta mil soldados en cuarenta minutos». Además, sugirió que Adolfo de la Huerta, quien ya había ocupado la presidencia de la nación, «no se vería mal» ocupando el cargo de nuevo. De acuerdo con varios historiadores, ese día Villa firmó su sentencia de muerte. Eran momentos de gran inestabilidad política, así que las palabras del Centauro del norte se agregaron a otras circunstancias para inquietar mucho a diversos sectores políticos del país. El 20 de julio de 1923 Pancho Villa fue acribillado en Parral.
Es indudable que Pancho Villa tenía suficientes enemigos que deseaban verlo muerto, no obstante, es probable que si hubiera sido más prudente en sus comentarios no habría crispado tanto el escenario político.
Pocas veces pensamos en las consecuencias que tendrán algunos comentarios que hacemos. Lo cierto es que la incapacidad de controlar la lengua puede meternos en serios problemas, incluso costarnos la propia vida. De ahí la enorme importancia de aprender a ser prudentes y cuidadosos con este don que el cielo nos ha dado.
Este día súplica al Señor que te enseñe a cultivar el dominio propio a la hora de hablar.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2020 «Una Nueva Versión de Ti» Por: Alejandro Medina Villarreal Colaboradores: Israel Esparza & Ulice Rodriguez