«De la boca del justo brota la sabiduría, mas la lengua perversa será cortada» (Proverbios 10:31).
Jesús fue crucificado junto a dos ladrones. En medio de la agitación de la muchedumbre, el Señor escuchaba claramente las quejas y las amargas murmuraciones de uno de ellos. De pronto, el criminal clavó la vista en Jesús y comenzó a lanzarle todo tipo de injurias. Entonces le dijo:
—Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros (Lucas 23: 39).
Al final de su vida, este delincuente tiene una enorme oportunidad: estar junto a Jesús. Pero comienza a insultarlo y luego a darle órdenes:
—Sálvate! ¡Qué estás esperando para ayudarnos! ¿Acaso no te das cuenta de que te necesitamos?
De alguna manera, cree que merece la salvación y la exige. Sí, aunque parezca extraño, hay gente que se acerca a Dios para lanzarle todo tipo de acusaciones, reclamaciones e inconformismos, con su respectiva carga de amargura, culpándolo de su actual situación: «Si eres tan poderoso, ¿por qué permites que me suceda esto? ¿Por qué no haces algo para que deje de pasarlo mal?».
El otro ladrón escucha atónito los improperios y las exigencias que su compañero lanza a Jesús.
—¿Ni siquiera estando en la misma condenación temes tú a Dios? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero este ningún mal hizo.
Este hombre se confiesa como un delincuente que ha sido justamente condenado. No obstante, a diferencia del otro ladrón, considera que Jesús no merece el castigo que está padeciendo. Seguramente ha escuchado alguno de sus mensajes con anterioridad; asimismo, parece estar informado de que Jesús volverá en las nubes de los cielos en gloria y majestad. Por si fuera poco, acepta que Jesús es el Salvador que pronto establecerá su reino en este mundo. Entonces, dice:
—Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
A pesar de estar clavado en la cruz, Jesús fue fiel al cumplimiento de la misión para la que había venido a este mundo: ofrecer la salvación. Así que, después de escuchar el diálogo entre los criminales, volvió su rostro ligeramente hacia el segundo ladrón para responder a su petición:
—Te aseguro que estarás conmigo en el paraíso.
¿De qué lado de la cruz estás? ¿Cómo te acercas a Jesús? ¿Sueles reclamar a Dios sus supuestas injusticias hacia ti, exigiéndole que te libre de tus problemas? ¿O acaso reconoces que las malas decisiones de tu vida son responsabilidad tuya? La esperanza de salvación sigue ahí. ¿Dónde vas a situarte? La decisión es tuya.
Tú también puedes escuchar hoy la bendita promesa: «Estarás conmigo en el paraíso».
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2020 «Una Nueva Versión de Ti» Por: Alejandro Medina Villarreal Colaboradores: Israel Esparza & Ulice Rodriguez