Respondiendo el Rey, les dirá: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» Mateo 25:40.
Escapando de la miseria y la guerra en países como Siria, Afganistán y Eritrea, en los últimos años, miles de personas se han precipitado en naves al mar con el fin de trasladarse a países con mejores expectativas de vida. La enorme cantidad de migrantes que llegó a Europa en poco tiempo provocó el desconcierto de la comunidad internacional. Algunos barcos y balsas naufragaron en el trayecto, dejando conmovedoras imágenes de niños y adultos que perdieron sus vidas por falta de ayuda oportuna. No obstante, en medio de dicha crisis humanitaria, civiles anónimos manifestaron compasión, acudiendo en auxilio de los necesitados. Voluntarios de distintos países llevaron ropa y comida a los recién llegados. Un grupo de médicos desplegó un operativo para dar atención gratuita a los inmigrantes. Una mujer desvistió a su bebé para cubrir al bebé de una mujer extraña. Un hombre fornido rescató de las fuertes olas a más de veinte sobrevivientes de un naufragio, y cuando los medios de comunicación le dieron el status de «héroe», Antonis Deligiorgis respondió: «Solo hice lo que debía».
En el Evangelio de Mateo, Cristo relata que a su retorno efectuará el juicio a las naciones. Será el día en que venga en gloria y majestad, reunirá a todas las naciones y separará a los justos de los impíos. Entonces dirá a los justos: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en cárcel y fuisteis a verme. […] En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mateo 25:34-40). El juicio concluye con una triste sentencia contra los impíos, aquellos que ignoraron el dolor ajeno o su necesidad, quedarán fuera del reino de Dios (vers. 41-46).
La diferencia entre los que sirven a Dios y no le sirven no se encuentra en religiones, teorías o doctrinas. El amor al prójimo manifestado en la vida práctica es lo que distingue a los verdaderos siervos del Dios Altísimo. Si Cristo viniese hoy, ¿en qué grupo te encontrarías? ¿Has socorrido al que tiene una necesidad vital? Al desamparado y afligido, ¿le has tendido tu mano con el único propósito de ayudar? Dios percibe tu ayuda y amor al prójimo como si fuesen para él mismo.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2020 «Buena Medicina es el Corazón Alegre» Por: Julián Melgosa – Laura Fidanza.
Colaboradores: Ricardo Vela & Esther Jiménez