El carácter no se obtiene por casualidad. No se determina por una sola explosión de mal genio, por un solo paso dado en mala dirección Es la repetición del acto lo que lo hace hábito, y amolda el carácter para el bien o para el mal. El buen carácter sólo se forma
mediante esfuerzo perseverante, incansable, aprovechando para la gloria de Dios todo talento y aptitud que nos hayan sido confiados. En vez de hacer esto, muchos se dejan llevar adonde el impulso o las circunstancias los empujan, no porque les falte buen material, sino porque no se dan cuenta de que Dios quiere que en su juventud hagan todo lo que puedan y de la mejor manera.
Si los jóvenes de hoy quieren mantenerse firmes como Daniel, deben poner en tensión todo nervio y músculo espirituales. El Señor no desea que siempre sean novicios. Desea que alcancen la cima de la excelencia. Desea que alcancen el más alto peldaño de la escalera, para que desde él puedan trasladarse de un paso al reino de Dios.