Señor y Dios mío, muchas son las maravillas que tú has hecho y las consideraciones que nos tienes. ¡Nada es comparable a ti! Quisiera anunciarlas, hablar de ellas, pero son más de las que puedo contar. Sal. 40:5
¡Qué verdad tan grande la que leemos en el versículo de hoy, Salmo 40:5! ¿Puedes tú contar las maravillas que Dios ha hecho en tu favor a lo largo de tu vida? Personalmente, puedo recordar muchas, y hoy voy hablarte de una. Sucedió en Cuba hace quince años.
Un grupo de quince personas emprendimos un viaje misionero a Cuba para compartir el evangelio con nuestros hermanos de la isla. Cuando llegamos al aeropuerto tuvimos que pasar por la aduana, y a ninguno se nos había ocurrido llevar algún documento que certificara que nuestro equipaje era una donación de la Iglesia de Costa Rica. Así que cuando la agente de aduana nos dio la orden de abrir las maletas para ver qué llevábamos, nos pusimos nerviosos. Tras ver el contenido de nuestro equipaje, la agente nos pidió:
‑Necesito ver el documento que diga que lo que ustedes traen son donaciones de la iglesia Adventista de Costa Rica para la iglesia Adventista de Cuba. De lo contrario, no podrán introducir toda esa mercancía al país.
Tres de los miembros de nuestro grupo habían salido ya y se encontraban fuera del aeropuerto, buscando al conductor del auto que nos esperaba para recogernos. Cuando lo vieron, él les entregó una carta urgente, supuestamente de parte de mi esposo, que debían hacer llegar a mis manos. Cuando me la dieron, respiré aliviada. El contenido de la carta era exactamente lo que nos estaba pidiendo la agente de aduana, y venía debidamente firmada. Con orgullo cristiano se la entregué y continuamos nuestra experiencia, que fue una bendición para todos.
Cuando llegué a Costa Rica, lo primero que hice fue darle las gracias a mi esposo por haberme enviado aquella carta tan oportuna, a lo que él me respondió:
‑Yo no te envié ninguna carta.
Por más que preguntamos y procuramos averiguar, hasta el día de hoy no hemos podido saber el origen de esa carta. Yo estoy convencida de que fue una de las maravillas de Dios en nuestra vida.
Cuando nos ponemos cada mañana en manos de Dios, más vale que nos preparemos para verlo actuar de maneras que ni siquiera imaginamos. Por eso, tenemos razones poderosas para creer en él.