¡Prepárate para encontrarte con tu Dios! Amós 4:12
Hoy hablaremos de Marta; no de la Marta bíblica, sino de una Marta moderna. De hecho, una mujer que no tenía interés alguno en las cosas de Dios. Aunque estudió en el Colegio Adventista de Managua, en Nicaragua, no se decidía por el Señor. Sus familiares la invitaban a aceptar a Cristo como su Salvador, pero ella siguió otros rumbos. Sus padres habían fallecido ya cuando ella llegó a Costa Rica por motivos de trabajo.
Todo iba bien hasta que comenzó a sentirse mal. Entonces llegó la temible palabra a su vida: cáncer. Marta tenía cáncer de colon. No sabiendo a quién recurrir, se puso a mirar por la ventana y, a la distancia, pudo ver un emblema que conocía muy bien. Era un triángulo con las palabras «cuerpo, mente y alma». De inmediato se acordó de sus años en el colegio adventista y pensó que debía buscar a Dios. Salió a la calle, directamente hacia el edificio que tenía aquel emblema: era una iglesia adventista.
Dios puso en el camino de Marta a personas que le dieron la bienvenida a la iglesia y la hicieron sentirse querida. Una hermana comenzó a hablarle de Jesús y la invitó a almorzar en la iglesia después del culto sabático. Ella se quedó impresionada por el almuerzo y por la conversación: la hermana le habló de la importancia de cuidarse por medio de la alimentación para prevenir enfermedades y glorificar a Dios con nuestro cuerpo y estilo de vida. ¡¡¡Todo cuanto le decían parecía un mensaje diseñado específicamente para ella!!! Por fin, Marta decidió entregarse en los brazos de su Padre y bajó a las aguas bautismales.
La siguiente decisión que tomó fue regresar a Nicaragua para comenzar un largo y duro camino. Con la quimioterapia, sus fuerzas físicas desfallecieron, pero un día dejó de sentir temor y dolor. Pudo mirar al Jesús crucificado y sufriente, reviviendo cada escena del Calvario. Ese momento la marcó para siempre: decidió dejar a un lado sus preocupaciones y le prometió al Señor trabajar para él. Se levantó de la cama y dedicó sus últimos cuatro años de vida a predicar al Señor. Su corona tendrá muchísimas estrellas, por todas las almas que llevó a los pies de Jesús.
Como ves, tanto la salud como la enfermedad son circunstancias de la vida en las que podemos dar un poderoso testimonio de nuestro Dios. Que él te pueda utilizar en el día de hoy.