Como vemos en Mateo 28: 19, Cristo presentó la Gran Comisión a sus discípulos instruyéndolos para que hicieran más discípulos. Jesús invirtió en la gente; su meta no era escribir libros, dar poderosos sermones ni fundar instituciones educativas. En base a esto podemos deducir que los instrumentos principales del discipulado no son los libros, los sermones ni las clases: son las personas.
Entre los objetivos que Cristo o, en su humanidad encarnada, quiso alcanzar, se encuentra el que un ser humano discipule a otro ser humano. En el último capítulo de Mateo vemos a Cristo o, en el preciso momento en que está a punto de partir de este mundo y ascender al cielo, dando a sus discípulos el mandato de hacer más discípulos. Aunque pueda parecer reduccionista, es crucial entender la implicación: todo ser humano que dice ser seguidor de Cristo debe dedicarse a la tarea de hacer discípulos. Esta tarea no se limita Cristo y a su círculo inmediato de apóstoles; en el discipulado debemos participar todos y cada uno de los seguidores de Jesús.
Antes de entrar directamente al estudio de los elementos básicos del discipulado que haremos en las primas semanas, hay que establecer dos premisas:
El discipulado se basa en las relaciones humanas, no en los sermones ni la asistencia a la iglesia; el método de Cristo fue la interacción con las personas. Aunque información vital se transmite a través de la predicación, hay algo en una relación personal que va más allá de una simple transferencia de información. «Hay que entrar en íntimo contacto con la gente por medio del esfuerzo personal. Si se dedicara menos tiempo a sermonear, y más al servicio personal, se conseguirían mayores resultados. El Señor desea que su palabra de gracia penetre en toda alma. En gran medida esto debe realizarse mediante un trabajo personal. Este fue el método de Cristo» (Servicio cristiano, cap. 10, p. 123).
El discipulado no se alcanza por casualidad. Requiere tiempo, esfuerzo e intencionalidad. A menudo, los asuntos espirituales y el trabajo espiritual son ambiguos y se consideran como poco dignos de nuestro esfuerzo y energía; pero el discipulado presupone diligencia y responsabilidad. Si Cristo lo dio todo por las almas, ¿no deberíamos nosotros, sus discípulos, hacerlo también?
«Demasiado a menudo, se deja la obra sin terminar; y en muchos casos tales, no sirve de nada. A veces, después que un grupo de personas aceptó la verdad, el predicador piensa que debe ir inmediatamente a un campo nuevo; y a veces, sin que se hagan las investigaciones debidas, se lo autoriza a ir. Esto es erróneo. Él debiera terminar la obra empezada; porque al dejarla incompleta, resulta más daño que bien. Ningún campo es tan desfavorable como el que fue cultivado lo suficiente para dar a las malezas una lozanía más exuberante. […] A menos que los que reciben la verdad se conviertan cabalmente, a menos que haya un cambio radical en la vida y el carácter, a menos que el alma se aferre a la Roca eterna, no soportarán la prueba. […] La obra de Dios no ha de hacerse al tanteo y con descuido. Cuando un predicador entra en un campo, debe trabajarlo cabalmente» (El evangelismo, sec. 9, pp. 380-382).
Después que hayas repasado el texto que has copiado y resaltado,
¿Qué te parece lo que has marcado o subrayado y relacionado?
¿Qué preguntas te surgen después de haber estudiado dicho pasaje?
¿cuáles son las partes del pasaje que te parecen más difíciles?
¿Qué otros principios y conclusiones puedes identificar en este texto bíblico?
¿En qué otros aspectos del discipulado tu iglesia necesita mejorar?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2020. 3er trimestre 2020 “Las Bases Del Discipulado” Lección 1: «LOS INSTRUMENTOS DEL DISCIPULADO« Colaboradores: Hidai Juarez S & Misael Morillo