En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de la aflicción. Salmo 107:19.
Un amigo me contó algo tan sencillo y, al mismo tiempo, tan grandioso sobre el amor de Dios y sus cuidados, que me pareció interesante compartirlo contigo esta mañana. La situación de él era la siguiente: era tan pobre, que no tenía dinero en aquel momento para comprar una lavadora que le hacía falta para poder lavar la ropa de su hija. Así que se arrodilló y, con vehemencia, le dijo a Dios: «Padre, tú sabes que no quiero endeudarme más, pero necesito una lavadora y una secadora; por favor, envíamelas. Amén».
Inmediatamente se dio a la tarea de buscar entre los anuncios clasificados del periódico. De pronto, no podía creer lo que veían sus ojos; «Se vende lavadora por cincuenta dólares. Por favor, llamar al número…» ¡¿Cómo?! ¿Se vende una lavadora por cincuenta dólares? Aquella parecía ser la respuesta directa de Dios a sus oraciones.
Hizo la llamada de rigor y se dirigió hacia el lugar que le habían indicado. La casa era de personas muy acaudaladas, pero eso no lo detuvo. Cuando entregó los cincuenta dólares que estaban pidiendo por la lavadora (que, por cierto, estaba como nueva), la señora que lo atendió le dijo:
‑Espere, si se lleva la lavadora tiene que llevarse también la secadora.
‑¿La secadora? ‑preguntó él‑. El anuncio no decía nada sobre una secadora.‑¿Puedo saber cuánto cuesta?
‑Nada ‑fue la increíble respuesta de la dueña‑. La secadora es gratis por la compra de la lavadora.
Ese es nuestro Dios: un Padre de amor que suple nuestras necesidades, ya sean grandes o pequeñas. Lo vemos en nuestra vida, y se nos repite constantemente a lo largo de todas las Sagradas Escrituras: «Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Fil. 4:19, LBLA). «Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?» (Mato 6:26, RV60). Sí, claro que tú vales mucho más que ellas, amiga mía. Y por eso Dios está pendiente de todo lo que necesitas.
«Dios ha dicho: «Nunca te dejaré ni te abandonaré»» (Heb. 13:5). Es hora de que comencemos a creer que es así y a vivir conforme a esa creencia.