«Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mateo 4:23).
Tenía treinta y nueve semanas de embarazo y las contracciones comenzaron a sucederse cada cinco minutos. Tomó el bolso con todo lo necesario para cubrir sus necesidades y las del bebé y decidió caminar los 2 km que la separaban del hospital, con el fin de tener el parto. Después de examinarla, la enfermera le confirmó que su bebé estaba listo para nacer; sin embargo, debía volver a su casa porque, a pesar de contar con más de mil camas, el distinguido sanatorio no podía admitirla hasta el día siguiente.
La falta de espacio en las instalaciones de los hospitales es un hecho que se repite en distintos lugares. Con el fin de abastecer la demanda de atención médica, magnas construcciones se construyen en diferentes metrópolis del mundo. Por ejemplo, el Chris Hani Baragwanath Academic Hospital, ubicado en Johannesburgo (Sudáfrica) cuenta con tres mil doscientas camas, mientras que el Chang Gung Memorial Hospital de Linkou (Taiwan) cuenta con nueve mil. Por su parte, el Centro Médico de Texas atiende, en promedio, unas tres mil trescientas consultas médicas diarias, alcanzando a examinar a más de siete millones de pacientes al año. Obviamente, la cantidad de atenciones no asegura la calidad, pero en todo caso, el esfuerzo humano y gubernamental por satisfacer las necesidades médicas de la población es francamente destacable.
La cita bíblica de hoy muestra una realidad completamente diferente. En Galilea, en tiempos de Cristo, el gran Médico divino recorría sus calles sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. «Había aldeas enteras donde no se oía un gemido de dolor en casa alguna, porque él había pasado por ellas y sanado a todos sus enfermos» (El camino a Cristo, pág. 11). ¿Te imaginas una ciudad completa sin un clamor de dolor, un país, sin enfermos?
Jesús pasó su vida haciendo bien y sanando, mostrando las intenciones del cielo respecto a la salud de la humanidad. A través de las palabras del apóstol Juan, envía este mensaje: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma» (3 Juan 1:2).
Es probable que tú no sufras enfermedades físicas, pero tal vez, sobrelleves dolencias emocionales o espirituales. A través de su Palabra, nuestro amado Dios ha revelado principios para prevenir y/o aliviar una gran cantidad de males. Puedes meditar en este día, en aquellos principios bíblicos que Dios ha manifestado con el fin de proporcionar una salud plena. Recuerda que «todo el cielo está interesado en [tu] bienestar» (El camino a Cristo, pág. 122).
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2020 «Buena Medicina es el Corazón Alegre» Por: Julián Melgosa – Laura Fidanza.
Colaboradores: Ricardo Vela & Esther Jiménez