«Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba»(Efe. 2:14).
Holger Bethke y su amigo Michael Becker miraron para todos lados antes de entrar a hurtadillas al edificio de cinco pisos. Esperaban verse como electricistas con rollos de cables alrededor del cuello. Subieron rápidamente las escaleras y se escondieron en el ático hasta que llegara el momento adecuado para llevar adelante su plan. Si fallaban, podían morir en el intento.
Los dos hombres vivían en Berlín Oriental, Alemania. En 1983, Berlín era una ciudad dividida en dos. El lado oriental vivía bajo un gobierno comunista y el lado occidental era capitalista. Estaban separados por un muro de concreto de 3 metros y medio de alto, y una franja de grava de 100 metros de ancho vigilada por guardias.
El hermano mayor de Holger, que había escapado a Berlín Occidental anteriormente, llegó al otro lado del muro en donde Holgery Michael se escondían. Cuando se vieron, Holger sacó un arco y flechas; ató una tanza a una flecha, y la lanzó al otro lado del muro. No llegó hasta su hermano. Lo intentó de nuevo… y otra vez más. Finalmente, el hermano de Holger encontró una de las flechas en un arbusto y usó la tanza para jalar un cable de acero de 180 metros. El hermano ató el cable a su automóvil y salió andando hasta que el cable estuvo tirante. Holger y Michael pusieron roldanas de madera sobre el cable y se lanzaron en tirolesa de Berlín del Este hacia el otro lado de la ciudad.
No todos los intentos de cruzar el muro tuvieron éxito. Al menos 138 personas murieron intentándolo. En 1987, el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan fue a Berlín Occidental y apeló a los dirigentes comunistas con la famosa frase: «¡Derribe este muro!». Dos años después, los alemanes, que se granjearon el nombre de «pájaros carpinteros», comenzaron a mellar el muro con herramientas, y los dos lados de la ciudad se volvieron a unir.
A veces estamos separados de nuestros compañeros, o hasta de nuestros familiares, por un muro de enojo y dolor. Dios te llama a «derribar ese muro»; él te dará el perdón y el amor necesarios para hacerlo. Kim