Muchos han llegado al increíble y aleccionador descubrimiento de que dependen de algo y de alguien fuera de sí mismos. Se dan cuenta de que no son la medida de todas las cosas. Estas personas valoran la verdad por sobre la necesidad de su ego de tener la razón, y son conscientes de que la verdad no es creación suya, sino que esta los confronta. Quizá la verdad más grande que estos conciban sea lo poco que realmente saben acerca de la verdad. Ellos saben, según escribió Pablo, que “vemos por espejo, oscuramente” (1 Cor. 13:12). Los beneficios de esta humildad de pensamiento son diversos: el hábito de la indagación humilde es la base de todo aumento de conocimiento, ya que genera una libertad que naturalmente produce un espíritu dócil. Esto no significa que los humildes muchas veces estén necesariamente equivocados, o que siempre cambiarán de opinión y nunca tendrán una convicción firme. Solo significa que son sumisos a la verdad bíblica. Son conscientes de las limitaciones de su conocimiento y, por lo tanto, son capaces de expandir su conocimiento y su comprensión de la Palabra de Dios de una manera que el intelectual arrogante y el orgulloso no pueden. “Todos los que acudan a la Palabra de Dios en busca de orientación, con mente humilde e inquieta, decididos a conocer los términos de la salvación, comprenderán lo que dice la Escritura. Pero, los que aportan a la investigación de la Palabra un espíritu que esta no aprueba, extraerán del estudio un espíritu que Dios no ha impartido. El Señor no le hablará a una mente desinteresada. No desperdicia su instrucción en alguien que es irreverente o que se corrompe por voluntad propia. Pero el tentador educa a todas las mentes que se someten a sus sugerencias y están dispuestas a hacer que la Ley santa de Dios no tenga ningún efecto. “Necesitamos humillarnos de corazón, y con sinceridad y reverencia investigar la Palabra de vida; solo la mente que es humilde y contrita puede ver la luz” (The Advent Review and Sabbath Herald, 22 de agosto de 1907).
¿Cómo lograr el equilibrio justo entre la humildad y la certeza? Por ejemplo, ¿cómo responderías a la siguiente acusación: ¿Cómo pueden estar tan seguros los adventistas del séptimo día de que tienen razón con respecto al sábado y que casi todos los demás están equivocados?