He aquí, cuando nosotros entremos en la tierra, tú atarás este cordón de grana a la ventana por la cual nos descolgaste; y reunirás en tu casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre. Josué 2:18.
Rahab
Rahab, acostumbrada a intercambiar favores, hizo un pacto con los emisarios de Dios. Pidió una promesa de misericordia, liberación y vida para ella y los suyos.
El que tú te identifiques con Dios diariamente permite que Dios se identifique contigo aquí y ahora, y que actúe en tu favor. Ningún acto de fe queda en el olvido. Ningún acto de bondad pasa inadvertida. Ningún corazón comprometido con Dios queda indefenso frente al peligro. El cordón de grana fue un hilo de esperanza. Con un cordón rojo se identificó el sacrificio que Cristo habría de realizar en su favor. Con un cordón rojo selló su suerte y la de su familia con Jehová.
Ella y su familia se reunieron sin vacilar en aquel lugar, que antes fuera testigo del pecado y la bajeza, silente espectador de las pasiones y la lujuria de la carne. Ahora a esa vivienda la marcaba el hilo de la esperanza, la señal del pacto, que libraría sus vidas de la muerte.
Rahab creyó, confesó su fe, y la puso en acción al ayudar a los espías. ¿Te colocarás de parte de Dios cuando todos tiemblen frente a la incertidumbre, el dolor, las guerras y las injusticias?
Tu decisión por Dios puede evitar la ruina de tu familia. Tu compromiso colgará ese «cordón rojo» en tu ventana, que indique un lugar seguro contra la destrucción que el enemigo está causando a tu alrededor.
Dios ofrece un hilo de esperanza que identificará a cada verdadero creyente cuando Cristo vuelva. ¿Lo reconoces? «A nosotros como a Israel nos es dado el sábado ‘por pacto perpetuo’. Para los que reverencian el santo día, el sábado es una señal de que Dios los reconoce como su pueblo escogido. Es una garantía de que cumplirá su pacto en su favor. Cada alma que acepta la señal del gobierno de Dios se coloca bajo el pacto divino y eterno. Se vincula con la cadena áurea de la obediencia, de la cual cada eslabón es una promesa (CPI, p. 472).
Amiga, ¿ataste el hilo de esperanza en tu ventana?— Rhodi Alers de López