La principal esperanza (2 Cor. 5. 19; Efe. 2: 14; Apoc. 13: 8)
A pesar de la caída de Adán y Eva, Dios nos ha dado un rayo de esperanza. Adán y Eva lo perdieron todo a causa de su desobediencia; su ocupación, su modo de vida, su ropaje, su hogar, su esperanza. Pero Dios les habló y les prometió que un Salvador surgiría de su descendencia (Gén. 3: 15).
Aunque estarían sujetos a la muerte, Adán y Eva no murieron aquel mismo día. El «Cordero fue inmolado» desde la fundación del mundo, y el plan para salvar a la humanidad se puso en marcha (Apoc. 13: 8). A través de la profundidad de un amor desconocido, Dios amó a un mundo que no lo amaba. Él entregó a su Hijo a un pueblo que «que no lo recibió» (juan 3: 16-17; 1: 11). Así, a través del sacrificio de Jesús, se derribaría la barrera del pecado (2 Cor. 5: 19; Efe. 2: 14) y todos podríamos tener esperanza de nuevo.
Por lo tanto, aquel plan, aunque difícil de ejecutar, le permitió a Jesús venir al mundo para redimir, para comprar a su pueblo (Sal. 34: 22; Isa. 44: 22-24). A través de ese método de redención, el pueblo de Dios podría ser una vez más heredero de la salvación (Heb. 1: 14). Jesús viviría en nuestro medio, sería «como nosotros y sería tentado en todo» como nosotros, pero no sucumbiría a la tentación (Heb. 2: 17-18; 4: 15). Debido a que él venció, la humanidad tentada ahora tendría una esperanza (Apoc. 3: 21).
Esperanza en medio de la tentación
Aunque la humanidad ha estado «sujeta a la esclavitud» a causa de su alejamiento de Dios y de su apego a Satanás (Heb. 2: 14-15), Jesús nos da esperanza. Ya no existe el temor de que no se pueda superar la tentación. Debido a que Jesús «sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba» (Heb. 2: 18). Los seres humanos ahora confían en el mismo poder por el que Jesús venció. A través de la aceptación de Jesús, la humanidad puede renacer (juan 1: 12-13; Rom. 1: 16).
Jesús «se entregó a la muerte por nosotros, para rescatarnos de toda maldad y limpiarnos completamente, haciendo de nosotros «el pueblo de su propiedad, empeñados en hacer el bien» (Tito 2: 14). Dios es fiel, y siempre provee una vía de escape a toda tentación (1 Cor. 10: 13). La esperanza se ofrece incluso en medio de la tentación.
Esperanza después de la muerte
A menudo se representa la muerte como el final de todo. Así es como se veía cuando Jesús murió. Los discípulos se escondieron «por temor a los judíos» (luan 20: 19). Pero fue a través de la muerte de Cristo como la esperanza de nuestra salvación fue asegurada, y fue a través de la resurrección de Cristo que dicha esperanza fue restaurada (1 Ped. l: 3, 21). Sin la resurrección de Cristo, nuestras prédicas, nuestras vidas, nuestra fe serían inútiles (1 Cor. 15: 12-19, 22-23). Gracias a que Cristo resucitó, nuestro enemigo final, la muerte, será destruida (1 Co. 15: 26).
Podría parecer que el pecado y sus resultados continúan levantando su fea cabeza y que jamás serán castigados (Hab. l: 2; Luc. 18: 1-8). Sin embargo, cuando Caín mató a Abel, el Señor dijo: «la sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que yo haga justicia» (Gén. 4: 10). Cada uno de los fieles de Dios que ha sido perseguido y oprimido verá la justicia y el juicio del Señor.
Debido a que Cristo está vivo, se puede confiar en sus promesas.
Moisés, en su discurso final a los hijos de Israel, describió la venganza de Dios con estas palabras: «Yo soy el único Dios; no hay otros dioses fuera de mí; […] ¡no hay quien se libre de mi poder!», «me vengaré de mis enemigos. Daré su merecido a los que me odian»; «¡Él vengará la muerte de sus siervos, Tomará venganza de sus enemigos y perdonará a su país y a su pueblo!» (Deut. 32: 39, 41, 43). ¿Qué otros adversarios tienen Dios sino el pecado y Satanás, el autor de toda tentación?
La bendita esperanza
Un día muy cercano, Jesús vendrá a juntar a los suyos. El que sufrió y probó «la muerte para bien de todos» está vivo (Heb. 2: 9). El Redentor vive (lob 19: 25). Debido a que Cristo está vivo, se puede confiar en sus promesas. Él ha vencido al mundo y por tanto ofrece paz y esperanza (juan 16: 33). Él está preparando un lugar para los suyos. Él viene otra vez para llevarnos a donde él está (juan 14: 1-3). «Pronto, muy pronto, vendrá el que tiene que venir. No tardará. Mi justo por la fe vivirá» (Heb. 10: 37-38). Él ha pagado el precio; él ha redimido a los suyos; él viene pronto.
Esperanza en todo lo nuevo
Cuando todo esté dicho y hecho, cuando el pecado haya seguido su curso, entonces el juicio completará su curso (Ecl. 12: 13-14). «El Dios del cielo establecerá un reino que nunca será destruido ni dominado por ninguna otra nación, sino que acabará por completo con todos los demás reinos, y durará para siempre» (Dan. 2: 44). En ese reino, cuyas calles están pavimentadas de oro, toda lágrima se borrará. En esa ciudad «ya no hay muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor», porque «yo hago nuevas todas las cosas» (Apoc. 21: 4-5).
PARA COMENTAR
- ¿Cómo puedo permitir que la esperanza de la redención efectuada por Jesús modele mi vida?
- ¿Qué aspectos de la esperanza de Dios son más importantes para mí?
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Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2019.
3er trimestre 2019 “Servir a los necesitados”
Lección :11 «Viviendo La Esperanza Del Advenimiento»
Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo