Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos. Salmo 40:6
David entendió cómo adorar verdaderamente cuando Dios le «abrió los oídos». Cuando el Señor nos abre los oídos para que entendamos su Palabra, nos abre los ojos al mundo, para ser sensibles las necesidades de nuestro prójimo.
La relación con Dios no es solo una cuestión vertical y de exclusiva incumbencia personal, que nada tiene que ver con los demás. Si nos separamos del mundo para vivir a «solas con Dios», nuestra religión se estanca cómo las corrientes de agua que se desvían del cauce del río. Una religión que no desemboque en el servicio se convierte en un rito vacío, llena de símbolos, reglamentos y estatutos, pletórica de sacrificios, ofrendas y diezmos. ¡Se muere!
En el contexto de su oración, David dice: «No encubrí tu justicia dentro de mi corazón» (vers. 10). Su religión desembocaba en obras de justicia.
Claro que la fe es una cuestión personal, y adoramos a Dios en lo secreto del alma, pero la fe no se queda ahí. Se expresa en obras. Es obvio que con fines de entender el plan de salvación debamos separar la dimensión vertical de la horizontal, pero en lo profundo son distintos ámbitos de un mismo Señor, de una misma fe y de un mismo bautismo (ver Efe. 4:5).
Tan importante es el prójimo en nuestra relación con Dios que Juan declara: «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1 Juan 4:20).
Hay una continuidad armoniosa entre nuestra fe y nuestras obras. Somos salvos solo por la fe (ver Efe. 2:8, 9), pero la fe sin obras es muerta (ver Sant. 2:14-17). Fuimos creados por Cristo Jesús para buenas obras, que «Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efe. 2:10). «Cuando atesoramos el amor de Cristo en el corazón, así como una dulce fragancia no puede ocultarse» (CC 114). Las buenas obras son el perfume de Dios.
El mundo no cambia por nuestra opinión, sino por nuestras obras de justicia. No seremos juzgados por nuestros dichos sino por nuestros hechos (ver Apoc. 2:23).
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano