Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Salmo 51:1.
¿Te has avergonzado alguna vez delante de Dios?
David escribió este salmo luego de su doble pecado de adulterio y homicidio (ver 2 Sam. 11). Los seres humanos preferimos confesar los pecados de los demás y no los nuestros. Pero aquí, David no rehúye el encuentro con Dios «en angustia y repugnancia de sí mismo» (.Ed 165).
En su poema «Al lector», el escritor francés Charles Baudelaire describe con maestría poética la condición del alma humana ante el poder del pecado: «Nuestros pecados son testarudos; nuestros arrepentimientos, cobardes./ Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones, /y entramos alegremente en el camino cenagoso./Creyendo con viles lágrimas,/ lavar todas nuestras manchas». Los pecadores pasamos la vida ofendiendo a Dios… y confesándonos. Nuestros arrepentimientos son débiles. Sufrimos, lloramos un poco, pero no cambiamos. Solo lloramos para sentirnos aliviados y volver «alegremente al camino cenagoso». Nos enterramos y nos ensuciamos. Esta es la ambigüedad metafísica del mal y del pecado, que nos fascina y nos seduce. Es lo que dice David en este mismo salmo: «He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre» (vers. 5).
Nuestro arrepentimiento es débil porque amamos el pecado. En el Nuevo Testamento, el término griego agapé se usa tanto para hacer referencia al amor especial de Dios como al amor al pecado. Jesús condena a los fariseos porque tenían amor (agapao) por los mejores asientos en la sinagoga (ver Luc. 11:43). El pecado es un amor centrado en el objeto equivocado. Es un amor enfermo. ¡Pero el amor de Dios sana el corazón enfermo por el pecado!
El arrepentimiento es la obra más milagrosa del Señor en tu vida. David jamás se habría arrepentido si Dios no lo hubiera buscado (2 Sam. 12). Después de las palabras del profeta Natán, sintió vergüenza y tristeza de sí mismo. Dios puso tristeza en su corazón. «Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte» (2 Cor. 7:10).
¡Bienaventurado eres si alguna vez te has avergonzado delante de Dios! Jesús transforma tu vergüenza en gozo, paz y esperanza.
Oración: Señor, pon la tristeza del arrepentimiento en mi corazón.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano