«Este es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él» (Sal. 118:24).
Enormes gaviotas chillaban constantemente, mientras volaban alrededor de la isla. Las más jóvenes parecían un poco más calmadas; se reunían en grupos y observaban todos nuestros movimientos. Estábamos visitando la isla Appledore en Maine, EE. UU.
Teníamos una guía turística muy agradable, que nos llevó a ver las mayores atracciones. Un famoso hotel de verano había sido muy exitoso allí, y la hija del dueño era amante de las flores. Había plantado un bello jardín victoriano fuera de su casa y el jardín fue la atracción más especial del recorrido. Más tarde caminamos por los senderos del cementerio. Mientras caminábamos, la guía nos contó que una vez un científico había visitado la isla y no quería que ella quitara ninguna gaviota muerta de los senderos. Ella le había preguntado por qué y él respondió: «Estoy estudiando el estrés en la vida de las gaviotas».
Nuestra guía río al contarnos:
—¿Se pueden imaginar eso? Pero ahora ya no está y puedo volver a limpiar los senderos.
Pensé en esas gaviotas chillonas. ¿Por qué estaban chillando? ¿Era estresante para ellas estar constantemente buscando comida? ¿Era el clima un problema? ¿O era nuestra presencia lo que las estresaba? Muchas de nosotras tenemos nuestras propias dosis elevadas de estrés. El mensaje actual parece ser: «Puedes tenerlo todo; puedes hacerlo todo; puedes serlo todo». Y nosotras caemos en la trampa de querer demasiadas cosas. Pero, en última instancia, hemos de elegir qué queremos hacer y qué queremos ser.
Ayer, en el contestador automático, encontré un mensaje que me recordaba que la próxima semana es la Semana Bíblica de Vacaciones y que tengo a mi cargo contar la primera historia del día a todos los niños. Han pasado varios meses desde que me pidieron que tenga esa responsabilidad. Yo dije: «Sí, no hay problema» como si, para entonces, fuese a ocurrir un milagro que me diera el tiempo necesario para prepararme. Ha sido un verano ajetreado, con casamientos, compañía, clases y otras obligaciones. Ahora tengo que enfrentarme a la realidad. Tal vez puedo identificarme con las gaviotas chillonas…
¿No debiéramos orar todas para que Dios nos dé el conocimiento para tomar las decisiones adecuadas sobre el uso de nuestro tiempo y para darnos las fuerzas y el deseo de cumplir con nuestras obligaciones cada día?