Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; pero él me dijo: ‘Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad! Por lo tanto. gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo- (2 Cor. 12:8, 9).
Siempre me pregunté cuál era la espina en la carne de Pablo y por qué el Señor no respondió su pedido. Entonces, un día, cuando tenía mi pierna enyesada, accidentalmente dejé caer la tapita de un bolígrafo dentro del yeso. Fue un tormento, ya que cuanto más intentaba sacarla, más adentro caía.
Me desesperé. Probé de todo, pero nada funcionaba. Entonces decidí orar y, como Pablo, rogar a Dios: «Señor, sácame esta tapita de la pierna, por favor. Yo sé que tú puedes». Y, en mi desesperación, pensé que apenas terminara de orar Dios haría lo que le había pedido, pero eso no fue lo que ocurrió. Y nuevamente traté sin éxito de sacar la tapita. Se hundió aún más.
Para mi espanto, la tapita quedó alojada en un lugar que me causaba muchísimo dolor si movía la pierna aunque fuera muy poquito. Clamé nuevamente a Dios, pero no sucedió nada. Así que, dije al Señor: «Solo tú puedes sacarme de esta situación». En ese momento, la tapita dejó de molestarme y pude quedarme dormida.
A la mañana siguiente, volví a orar y a tratar de sacar la tapita de adentro del yeso, pero no pude hacerlo. Comencé mi culto matutino y allí, sola en mi habitación, el Señor me habló a través de un libro de Elena G. de White. Leí: «Cada -tentación resistida, cada aflicción sobrellevada valientemente, nos da nueva experiencia y nos hace progresar en la tarea de edificar nuestro carácter. El alma que resiste la tentación mediante el poder divino revela al mundo y al universo celestial la eficacia de la gracia de Cristo» (El discurso maestro de Jesucristo, p. 99).
Es así como llegué a entender por qué Pablo tuvo que vivir con esa espina; y yo aprendí a vivir con la tapita del bolígrafo entre el yeso y la pierna. Aprendí a soportar la pryeba por fe y con perseverancia. Cuando finalmente aprendí la lección, el Señor Jesús me iluminó y, con la ayuda de una amiga, pude sacar la tapita. Pero esto ocurrió recién después de haber aprendido a vivir por gracia.
Aprovechemos las tentaciones y las pruebas no como una ocasión para pecar, sino como una motivación a vencer por el poder de Dios que nos fue concedido. Vivimos por la gracia del Señor; cultivemos la fe que mueve y conquista montañas.
CARMEN VIRGINIA DOS SANTOS PAULO
está cursando estudios de posgrado en Lingüística y Educación.