«Dijo: «Déjame, porque raya el alba». Jacob le respondió: «No te dejaré, si no me bendices»». Génesis 32: 26
EL TÉRMINO «AFERRARSE» TIENE UN SIGNIFICADO muy fuerte. Denota insistencia, perseverancia y paciencia. El que insiste, llega; el que persevera, alcanza; y el que espera con paciencia, cosechará. Cuando Jacob se aferró a Dios y no lo soltó hasta que lo bendijera, su persistencia fue más fuerte de lo normal. Era semejante a un niño aferrado al pantalón del padre, pidiendo algo que quiere sin soltarlo hasta que lo consigue.
El débil necesita aferrarse al más fuerte, o de lo contrario fallará. Debemos aferrarnos fuertemente a una roca, a una fortaleza como lo es Cristo Jesús. El frenético ritmo de vida embate con fuerza, y los vientos de maldad arrecian más y más. Es necesario que imitemos a Jacob: aferrarnos a Cristo hasta ser liberados y alcanzar la victoria. Jacob afirmó que no soltaría a Dios hasta no ser bendecido. El pueblo de Dios debe aferrarse a Cristo; de lo contrario, perderá su orientación.
Cuando Eliseo supo que Dios se llevaría a Elías (2 Reyes 2: 2), no lo dejó un solo instante, ni se distrajo en ningún momento. No quiso quedarse en Betel, tampoco en Jericó y cuando llegaron al Jordán, juntos pasaron el río en seco. Al despedirse, Elías le dio la oportunidad a Eliseo de pedir lo que quisiera y él pidió una doble porción de su espíritu. Eliseo tuvo el privilegio de ver al profeta ser alzado en un carro de fuego al cielo, y al mismo tiempo recibir una doble porción del Espíritu de Dios. Esto es aferrarse con todas las fuerzas, fijando la mirada en Cristo y tomando su mano para permanecer en el camino de la salvación.
Oremos y luchemos con Dios en nuestro lugar de oración, busquemos su bendición, pidiendo que nos sostenga hasta el final del camino.
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Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2018
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