«Y oi o cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, a todos en la creación. que cantaban: ¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza g fa honra, la gloria y el poden por 109 siglos de los siglos!'» (Apoc. 5:13).
Estábamos muy emocionados. Mi esposo y yo viajaríamos a Inglaterra, para la graduación de secundaria de una de nuestras nietas. Cociné por semanas, preparando algunas de sus comidas preferidas para llevarles. Salí de compras muchas veces, en búsqueda de ropa que mi nieta quería en especial.
Finalmente, llegó el día. Aterrizamos en el aeropuerto de Heathrow, pasamos por la aduana y fuimos a buscar nuestro equipaje. Pero mi valija no aparecía. Afortunadamente, al día siguiente llamaron del aeropuerto y mi hijo fue a buscar la valija «encontrada». ¡Fue entonces que, realmente, comenzaron las vacaciones!
La graduación de mi nieta fue tan hermosa como las rosas que crecen en los jardines bien mantenidos del campus. Ella recibió varios reconocimientos, lo que confirmó algo que yo ya sabía: JJ era excelente. No pude evitar que se me cayeran algunas lágrimas cuando mi nieto de doce años cantó «You Raise Me Up» [Tú me elevas (Por ti seré)]. Yo sabía lo que el resto no sabía: Jordan tenía una fiebre muy alta, pero sentía que tenía que cantar para su hermana mayor.
Visitamos el castillo de Windsor, una de las residencias de la reina. El castillo estaba muy cerca de la casa de mi hijo y, un día, nos unimos a la multitud que se reunía a ambos lados de la calle para ver a la reina, que se encontraba allí esa semana. Vimos el cambio de guardia y a la reina, una mujer bajita, vestida con un conjunto verde muy elegante. Ella nos saludó con la mano desde su carruaje real.
Al contarles a mis amigos y familiares sobre este viaje tan especial, noté varias comparaciones entre este y otro viaje que estamos planeando: estar en el cielo con nuestra familia celestial. Pensé en la belleza de los terrenos celestiales. No necesitarán de riego para mantener su verdor. Recuerdo lo ansiosa que me sentí cuando perdí mi valija; pero eso no sucederá cuando llegue al cielo, porque lo único que llevaré conmigo es mi carácter. Anhelo oír las bellas canciones, y será aún más glorioso cuando los ángeles se unan a nuestras voces. Pensé en la enfermedad de Jordan, la cual nunca sucedería en el cielo (ver Apoc. 21:4). Pensé en lo maravilloso que había sido ver a la reina, pero jcuánto más magnífico será vivir con nuestro Rey para siempre!
El cielo es un lugar maravilloso. Yo tengo que estar allí. ¿Y tú?
KAY SINCLAIR escribe desde Florida, EE. UU.. donde vive desde su jubilación.