¨No se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ello algunos, sin saberlo. hospedaron àngeles- (Heb. 13:2)».
Mi esposo y yo estábamos planeando unas vacaciones y tratando de decidir cómo viajar. Podíamos ir en tren, con una parada de ocho horas de espera; en avión, que era muy caro: o en autobús, que tardaría dieciocho horas. Oramos y hablamos. Como mi esposo es ciego, él tenía la última palabra. Luego de unos días, anunció: «Deberíamos ir en autobús, así podré ‘ver’ un poco de ¿ampo». Elegimos los horarios y comencé a empacar.
Durante las dos horas de espera en la terminal, retiré nuestros pasajes y comencé a observar el entorno. Noté a un hombre joven sentado con otras tres personas. Luego de un rato, lo vi escoltar al baño a un joven que parecía tener alguna discapacidad mental. Cuando era hora de subir al autobús, estaba frente a nosotros en la fila y nos saludamos. Mi esposo y yo nos sentamos en los asientos con prioridad, y él se sentó casi al lado de nosotros. En la segunda parada, mi esposo quería usar el baño. Pensé: Señor, ¿cómo debiera hacer? No quiero que vaya solo y yo no puedo ir con él. Entonces, vi al mismo joven que salía por la puerta. Él nos saludó de pasada y, en ese momento, sentí que algo me decía: «Pregúntale a él».
Yo pensé: No, ino nos conoce! Pero volví a escuchar: «iPregúntale a él!»; así que lo llamé:
—Disculpe, señor, ¿me podría hacer un favor?
Él dijo que sí, y le pregunté si podía escoltar a mi esposo al baño. Él asintió y tomó el brazo de mi esposo. Mi esposo le preguntó rápidamente:
—Señor, ¿quién es usted?
—Me llamo Charles —respondió—, y voy a acompañarlo hasta el baño.
Desde ese momento, cada vez que había una parada, Charles se acercaba a ver si mi esposo necesitaba algo. Lo escuchó mencionar que tenía un poco de frío y le pidió al conductor que subiera el aire acondicionado. Charles era de nuestra ciudad y había asistido a la misma escuela secundaria que nuestros hijos.
Cuando llegamos a nuestro destino, Charles se aseguró de que tuviéramos nues tro equipaje y que hubiera alguien esperándonos. Ahora sé que nuestro viaje había estado planificado cuidadosamente. Nuestro ángel nos estaba acompañando. Dios dijo que él supliría todas nuestras necesidades.
ELAINE J. JOHNSON lleva casi cincuenta años casada con su mejor amigo y viven en Alabama, EE. UU. Es maestra de preescolar jubilada.